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Perdido (Mon garçon) (**1/2)

14 marzo 2018

Una tragedia para recapacitar

La desaparición de su hijo hace que Julien se reencuentre con su ex mujer después de haberse distanciado tres años atrás. Aunque en su día supeditara el trabajo a la familia, ahora está decidido a toda costa a dar con el paradero de su hijo aunque para ello inicie una investigación paralela a la de la propia policía.

Basta con una sola llamada telefónica. La tragedia se cierne sobre el pequeño Mathys –Lino Para-, que ha desaparecido del campamento juvenil donde había ido a pasar cuatro días. Julien  Perrin –Guillaume Canet- se reencuentra con Marie Blanchard –Mélanie Laurent-, la que fuera su esposa y madre de su único hijo. Ella ahora comparte su vida con Grégoire Rochas -Olivier de Benoist- y planea un futuro junto a él. Casualmente, Laurent no estaba lejos, aun a pesar de sus viajes constantes por medio mundo. El pequeño ha desaparecido y la policía está abierta a cualquier hipótesis aunque por el momento no tiene ninguna pista sobre el caso.

De historias de niños desaparecidos y padre que remueven cielo y tierra para encontrarlos está salpicada la historia del cine. ¿Qué aporta esta película? Escasas novedades. De forma especial, la atmósfera, una puesta en escena que pretende mantener en vilo al espectador y una actuación convincente de su protagonista principal. Además, la propuesta de un padre desentendido de su hijo, del que solamente se acuerda por Navidades y en el día de su cumpleaños.

Gracias a este incidente, Julien descubre lo que se ha perdido, lo que ha dejado atrás cuando treinta y seis meses atrás decidió anteponer su trabajo a la familia, incluyendo al pequeño Mathys, que ahora tiene siete años. Aunque la propuesta no se detiene en detalles para fortalecer la acción, el protagonista evalúa lo malogrado con su decisión. Da pie a que los componentes de una pareja estudien detenidamente las consecuencias antes de una separación. Especialmente, cuando se trata de un acuerdo amistoso, como el que atañe a los personajes centrales de esta historia. Él llega a confesar que le duele ver a quien fuera su esposa con otro hombre aunque también haya rehecho su vida y tenga una relación.

La responsabilidad del film recae en Christian Carion, candidato hace más de una década al Oscar, cuyas películas no decepcionan, especialmente cuando se centran en temas marcados por la guerra. No es este caso, aunque Julien bien podría clasificarse como un lobo solitario. Su profesión de geólogo le ha obligado a viajar por los cinco continentes dentro de una empresa cuyos comportamientos no parecen los más éticos a entender de las autoridades. Tanto, que en principio pudieran hacerle pasar por sospechoso del rastro de su propio hijo. Todo ello, en una atmósfera fría, como corresponde al Este de Francia, bajo el manto de los Alpes coronados por el Mont Blanc.

La fotografía de Eric Dumont saca partido a los exteriores, principalmente cuando el protagonista se mueve por el bosque o por los terrenos helados buscando aquellas posibles pistas que la policía no encuentra. Cualquier indicio le lleva a suposiciones casi siempre erróneas, como culpar a Gregoire porque éste solo quiere pensar en un futuro con Marie y parece dejar de lado a Mathys. No es el único blanco de sus iras.

Desconocemos los antecedentes. No sabemos si Julien es un hombre tranquilo o si se enerva con facilidad. La historia fue rodada en seis días y en orden cronológico, de tal forma que Guillaume Canet no sabía lo que sucedería a continuación. La radiografía de los personajes centrales se establece en función de imágenes de vídeo, fotografías y el interrogatorio al que es sometido el angustiado padre por el teniente Verrier –Mohamed Brikat- quien, de momento, le solicita que no salga del país mientras se desarrolla la investigación.

Cuando un niño desaparece en las circunstancias de Mathys, al segundo día se teme lo peor. Estaba en un tipi del campamento aquella madrugada cuando, a la una y media, los monitores efectuaron una guardia. Por la mañana echaron en falta también su saco de dormir. Todo apunta a un secuestro y Christian Carion nos volverá a dejar con las ganas de saber los motivos reales para continuar con su línea expositiva y llegar a un desenlace esperanzador, siempre mediante el hilo conductor de su personaje central.

Este cambio en el estilo cinematográfico de su autor puede ayudarle a incrementar la rentabilidad de su cine. Se sumerge en el thriller y consigue una atmósfera inquietante. Ofrece siempre la sensación de que está preparado para proyectos de mayor enjundia sin que por ello se resienta la comercialidad. Esta es una propuesta demasiado lineal, que ni se va por las ramas ni pretende adornarse con tramas colaterales que deja siempre insinuadas. Su escaso metraje, ochenta y cuatro minutos, es la consecuencia lógica de supeditar todo el proyecto a las vivencias en primera persona de ese padre despreocupado que torna su alejamiento en aflicción para, en suma, lamentar el tiempo perdido. ¿Si no se hubiera separado de su esposa hubiera desaparecido Mathys…?

From → Cine

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