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La tribu (*1/2)

15 marzo 2018

El baile como terapia

Virginia es una limpiadora de profesión y una streetdancer vocacional. Dio su primer hijo en adopción treinta y cinco años atrás y ahora se enfrenta a una cita con él después de tanto tiempo. Tras un incidente el chico sufre de amnesia transitoria y ambos deben esforzarse por superar diversos problemas que han afectado sus vidas.

Hay mucho más en el interior de esta película de lo que nos ofrece en la pantalla. Fernando Colomo roza el musical con esta nueva propuesta, en la que se nota la mano como coguionista de Joaquín Oristrell, quien tomó la idea de uno de sus alumnos en las clases de guion de cine de la Universidad Pompeu y Fabra de Barcelona. Colomo, acostumbrado a comedias urbanas se desenvuelve esta vez en la Ciudad Condal, demostrando su sentido del ritmo y la innegable experiencia en la puesta en escena.  De esa manera contribuye a que una propuesta superficial en la exposición se convierta en más interesante a pesar de que la historia está prendida con alfileres y se tambalea tras su exposición aunque nunca llegue a desmoronarse por el buen hacer del equipo técnico y por la mayoría de los componentes del reparto.

No encontramos con una comedia que mantiene un tono bajo de sonrisas, salvo el inicio. Arranca con el responsable de Recursos Humanos de una gran empresa que acaba de despedir a trescientos empleados. Fidel –Paco León- se encuentra en su despacho entregado a tareas sexuales con una mujer de cuyo interior no puede salir. El hombre lapa. Así le llaman a partir del momento en que los servicios de urgencia se lo llevan al hospital y el video captado por otros empleados se convierte en viral. Varios meses después, tras haber sido despedido y haber caído en desgracia. Su terapeuta le aconseja que se ponga en contacto con su madre biológica, quien le dio en adopción treinta y cinco años atrás, ya que la acomodada familia de su novia no quiere saber nada de él.

Virginia –Carmen Machi- se prepara para la ocasión. Vive con sus otros dos hijos, auténticos haraganes, despedidos en su día por Fidel. Cuando se encuentran, el ex ejecutivo afirma que aquella cita es un error. Sale a la calle, intenta suicidarse arrojándose a un autobús y el resultado es una amnesia temporal transitoria. Su madre se lo lleva a casa mientras sigue adelante con su trabajo como camarera de habitaciones en un hotel y los ensayos de streetdancer con Las Mamis. Como ella, el resto de sus compañeras han salido de diferentes depresiones gracias al baile, su mejor terapia.

No es el ambiente en que se ha desenvuelto Fidel hasta ahora, que tiene atisbos de su anterior trabajo cuando aconseja despedir a sus hermanos y pretende cambiar de arriba abajo la distribución del supermercado propiedad de su padre biológico, Luciano –Luis Bermejo-. De todas formas, se va adaptando paulatinamente a su nueva vida mientras los recuerdos afloran. Se integra en Las Mamis, de cuyos componentes es el único varón, atraído por la belleza de Maribel –la debutante Maribel del Pino-. Con ellas participará en un concurso de talentos en la pequeña pantalla, presentado por Manel Fuentes, cuando ya ha descubierto que vive en la zona más noble de Barcelona.

Como suele ser habitual en el cine de Fernando Colomo, los personajes tienden a la ternura y a la bondad. Sus malos no llegan a serlo del todo y siempre hay motivos para cambiar de registro. En este caso, efectúa una radiografía de la post crisis que poco tiene que ver en su contenido con aquellas producciones de los setenta, cuando sorprendió con Tigres de papel. Está mucho más cerca de sus propuestas, una década después, en las que se hacía eco de La vida alegre o adaptaba, a través del guion de Joaquín Oristrell, la obra teatral Bajarse al moro, original de José Luis Alonso de Santos.

La eficacia en la dirección del cineasta madrileño queda fuera de toda duda. Expone con sutiliza el momento en que nos encontramos, aunque no haya ni una sola referencia a la situación política catalana. Indaga más en las personas y sostiene que hay que encontrar siempre una salida a los momentos más bajos. Se debe buscar por cualquier parte, porque existe. En esta oportunidad es el baile, donde expone coreografías solventes con un regusto a cine musical, género que siempre le ha atraído. Queda lejos, eso sí, de sus obras más personales e íntimas, como ese relato aparentemente biográfico que nos dejó con toda su sencillez y su mayor atractivo en La isla bonita.

Retrata Barcelona con cariño, al tiempo que muestra los distintos estratos sociales de la ciudad. Se aproxima a Alex de la Iglesia en algunos momentos, pero su apuesta siempre ha sido más amable que la del vasco. Se ha reunido de un reparto importante que redondean sus personajes. Carmen Machi siempre resulta eficiente en la comedia y Paco León cumple una de sus mejores actuaciones ante las cámaras bien secundado por las componentes de Las Mamis y Luis Bermejo. De todas formas, se trata de una comedia simplificada, que podría haber penetrado mucho más en el tejido social de la gran ciudad. Se centra más en que el desarrollo no defraude y se pase un buen rato. El riesgo es que la llevadera superficie no nos permita ir más allá para detenernos en la acuciante problemática de sus diferentes personajes.

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