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Mi nombre es Te Ata (Te Ata) (**1/2)

17 marzo 2018

Sobre las raíces más autóctonas Mary Frances Thompson, más conocida por Te Ata, nació en el seno de la comunidad Chickasaw, una población nativa de los Estados Unidos, y se hizo famosa por cantar canciones y contar historias pertenecientes al acervo cultural de sus congéneres. Su fama fue tal que incluso fue invitada a la Casa Blanca, donde pernoctó en una ocasión. He aquí la referencia a un personaje real cuya biografía nos parece apasionante. Este biopic dirigido por Nathan Frankowski nos presenta a Mary Frances Thompson, quien en el período de entreguerras se hizo famosa por recuperar canciones y relatos de los nativos norteamericanos con el nombre de Te Ata. Encontró su primera gran influencia en los políticos locales. Principalmente, por medio de su tío, y último Gobernador de la antigua Nación Chickasaw, Douglas H. Johnston –Graham Greene-, y su padre, T. B. Thomson –Gil Birmingham-, a quien aquel derivó la responsabilidad de las finanzas. La protagonista nació en Emet, actual estado de Oklahoma. En la Universidad, donde se licenció en 1919, tomó contacto por primera vez con los escenarios gracias a Francis Dinsmore Davis –Cincy Pickett-, para quien trabajó como asistente del departamento de teatro. Debutó en las tablas antes de concluir sus estudios glosando canciones de diferentes tribus lo que le valió para que uno de los asistentes, Thurlow Lieurance –Tom Nowicki- le propusiera un papel en un circuito itinerante a través del país. Gracias a él amplió sus conocimientos y su catálogo interpretativo. Decidida a perseverar en su carrera como actriz se trasladó a Nueva York, donde probó fortuna en Broadway con resultados bastante negativos, lo que le obligó a replantearse si realmente esa podría ser su profesión. Tras representar varios papeles de escasa relevancia, se decidió por regresar a los orígenes y centrarse en las raíces de los Chickasaw, así como en diferentes tradiciones de otras tribus de Norteamérica. Fue entonces cuando cambió su nombre por Te Ata, que significa Portadora del Amanecer, aunque en realidad se trate de un vocablo maorí. Su éxito fue tal que se hizo amiga de Eleanor Roosevelt cuando su marido era Gobernador de Nueva York. Tas convertirse en presidente de Estados Unidos, fue llamada a la Casa Blanca y pernoctó en la Habitación Lincoln. En 1939 una actuación ante el matrimonio Roosevelt y los monarcas británicos le sirvió para cruzar el Atlántico y actuar en Inglaterra. En su repertorio destacaron, sobre todo, There Are Brids of Many Colors y The Creation of Mankind, que aprendió de su padre. Son muchas las distinciones acumuladas a lo largo de su existencia, que fue muy extensa ya que falleció a punto de cumplir los cien años. Evidentemente, se trata de una vida rica y compleja que la película se encarga de suavizar. Suponemos que habrán sido muchos los avatares y reveses en la biografía de Te Ata, pero la propuesta fílmica se centra fundamentalmente en el lado amable. Hay tanta corrección en la puesta en escena que echamos en falta una verdadera biografía sobre esta mujer y su valioso legado. De todas formas, sería difícil encontrar a alguien mejor que la actriz Q’Orianka Kilcher para encarnar a Te Ata e interpretar sus canciones. La actriz educada en Hawái y de ascendencia suizo peruana tiene conocimiento, por parte paterna, de la cultura quechua-huachipaeri y se enfrenta con éxito a su papel más exigente en la pantalla. Con su actuación magnética nos atrapa decididamente. Como anticipábamos, la cinta es benévola en su planteamiento. Pasa de puntillas por algunos aspectos biográficos interesantes y llega hasta nosotros con envoltura light. Posee mucho más interés la suculenta biografía de su protagonista, por lo se aprecia un intento de mostrar un contenido que lucha por no caer en los estereotipos ni molestar a la, en estos momentos, floreciente y rica Nación de los Chickasaw. Incluso, tampoco pretende incomodar en la relación amorosa entre Te Ata y el doctor George Clyde Fisher –Mackenzie Astin-, diecisiete años mayor que ella. La película relata un dato de su relación verdaderamente atractivo. El astrónomo Fisher le propone matrimonio insertando una nota en la lente de un telescopio. A cambio, nos hurta interesantes vivencias, ya que la protagonista fue amiga de Albert Einstein, de Thomas Edison, Henry Ford, y del naturalista John Burroughs. De todas maneras, nos queda su legado, una interpretación magnífica y una serie de canciones rescatadas de la tradición popular felizmente recuperadas. Esos aspectos vienen a limar otros que nos antojan fundamentales y que solamente se mencionan de soslayo o, simplemente, se han pasado por alto.

From → Cine

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