Saltar al contenido

La casa torcida (Crooked House) (**)

13 abril 2018

Una familia sospechosa

El patriarca de una adinerada familia de origen griego es misteriosamente asesinado en su mansión, donde convivía con sus seres más allegados. El hecho tuvo lugar poco después de que su nieta mayor le presentase a la familia de su prometido, hijo de un detective de Scotland Yard, que se esforzará por resolver el caso.

Quienes estén familiarizados con la bibliografía de Agatha Christie no tardarán en adivinar que nos encontramos ante la adaptación cinematográfica de la que ella consideraba su mejor novela. De su trasposición a la pantalla grande se ha responsabilizado un experto en filmes basados en textos literarios, Gilles Pacquet-Brenner quien, a partir del guion de Julian Fellowes ha intentado mantener el ambiente y el clímax de la escritora británica aunque no siempre lo ha conseguido.

Conocemos al protagonista, Charles Hayward –Max Irons-, que posee un despacho de detective privado que firmaría el propio Philip Marlowe, aunque le falte ese clásico letrero luminoso e intermitente del exterior. Sophia Leónides –Stefanie Martini- lo conoció en El Cairo durante la Segunda Guerra Mundial y ahora le pide que investigue la extraña muerte de su abuelo Aristides, patriarca de la familia y quien levantó el imperio y construyó un palacete conocido como la Casa Torcida, donde habitaba con sus hijos, nietos y la vieja y fiel criada Nannie –Jenny Galloway-. Charles inicia una investigación paralela, aunque coordinada con el inspector Taverner –Terence Stamp-. Todo indica que la víctima falleció a causa de una inyección de veneno junto a su dosis habitual de insulina.

Cuanto más se profundiza en la investigación se acumulan posibles evidencias contra todos los inquilinos de la mansión, incluida Sophie. Comenzamos por Edith de Haviland –Glenn Close-, hermana de la primera esposa del jefe del clan familiar. Le sigue Brenda Leónidas, la bella segunda esposa del magnate, que le permite a Christina Hendricks destacar sobre los demás miembros del reparto. El finado tenía dos hijos: el primogénito es Roger –Christian McKay-, gerente de una sociedad de abastecimientos, que está casado con Clemency –Amanda Abbington-.

El menor es Philip –Julian Sands-, padre de Sophie, especialista en historia y desposado con la sofisticada Magda –Gillian Anderson-, una elegante actriz bastante pretenciosa. Ambos tienen otros dos chavales situados en edad de plena adolescencia: Eustace –Preston Nyman-, más retraído y Josephine –Honor Kneafsey-, tan desgarbada como espabilada. Cuando en la mansión se produce un segundo asesinato después de que el testamento del difunto se destinase en su mayor medida a Sophie, los acontecimientos se precipitan.

Gilles Pacquet-Brenner pretende aproximar a su protagonista masculino al clásico personaje central del cine negro norteamericano. Pero se queda ahí, ya que de inmediato se deja llevar por el palacete de estilo victoriano que ha elegido para representar a la Casa Torcida, al tiempo que el resto de personajes encajan mucho mejor con el universo británico que con el del otro lado del Atlántico. Además, pretende actualizar en cierto modo una historia que tiene su desarrollo poco después de la II Guerra Mundial, momento en el que Charles ejercía de diplomático y Sophie de funcionaria del Foreign Office.

El aspecto teatral que a veces rezuma esta propuesta le resta tensión a su desarrollo. En este sentido, la adaptación es mucho más plana de lo que cabría esperar. Parece que sus responsables se han esforzado por no transgredir el espíritu de Agatha Christie y el resultado es un film que no apasiona. Se ve sin demasiado esfuerzo, aunque hay momentos en que el metraje pesa, y la intriga, si se desconoce el texto original, resulta efectiva. Quizás, falta algo más de enfrentamiento e interacción entre Charles y el inspector Taverner. Terence Stamp hubiese merecido un papel con mayor peso específico.

La puesta en escena es muy correcta y, como al resto de la función, le falta alma y riesgo. No se juega con los recovecos de la casa y los personajes son pulcros, cada uno en su sitio, al igual que los actores que componen el elenco. Como el director, parece que no quieren molestar a nadie, ni mucho menos herir susceptibilidades. Las mismas palabras valen también para la partitura de Hugo de Chaire, a la que no se le saca el partido que se debiera, la fotografía de Sebastian Winter y al diseño de vestuario.

From → Cine

Deja un comentario

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.