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La revolución silenciosa (Das schweigende Klassenzimmer) (***)

23 julio 2018

Que se vayan los rusos

Un grupo de estudiantes de la República Democrática de Alemania quieren mostrar su solidaridad con los revolucionarios húngaros que pugnaban porque los soldados rusos se fueran del país. Cinco años antes de que se levante el Muro de Berlín, en 1956, el minuto de silencio convenido conlleva una serie de consecuencias.

Falta todavía un lustro para que se levante el Muro de Berlín. Tras la Segunda Guerra Mundial, hubo algunos movimientos para desembarazarse del dominio de Moscú por parte de los países satélites comunistas. El más serio, por cuanto cuestionaba el régimen estalinista, tuvo lugar en Hungría. Comenzó como una revuelta estudiantil y desembocó en el derrocamiento del Gobierno títere para rendir tributo al encabezado por Imre Nagy. Tras 18 días, aprovechando la incertidumbre occidental en torno al Canal de Suez, los tanques y los soldados soviéticos abortaron el intento democrático.

Tres años antes, en la llamada Alemania Democrática, el sector de la construcción se levantó contra el Gobierno de su país. A pesar de la intervención de las tropas soviéticas, que reprimieron violentamente la insurrección, hubo revueltas y huelgas en medio centenar de localidades. Son los antecedentes próximos y la realidad histórica en la que sucede esta historia, basada en hecho reales. Fue adaptada y dirigida por Lars Kraume El caso Fritz Bauer, 2015- a partir del texto literario escrito por Dietrich Garstka y consiguió cuatro nominaciones a los premios del cine alemán, incluyendo el de mejor película.

La acción transcurre en Stalinstadt, una pequeña ciudad fundada en 1950 como ejemplo de lo que debiera ser una localidad socialista y en ella se instaló una industria metalúrgica para la fundición de hierro. Era una época en la que, aunque con muchas trabas, sus ciudadanos podían pasar a la otra Alemania para visitar parientes o, como en el caso de Kurt Wächter -Tom Gramenz-, honrar la tumba de su abuelo. En uno de esos escarceos, junto con su amigo Teo Lemke -Leonard Scheicher, vieron en un noticiario la actualidad húngara y la incipiente revolución encabezada por Nagy.

A su regreso, informaron a sus compañeros. La mayoría de ellos acudió a una casa aislada, propiedad de Edgar -Michael Gwisdek-, para escuchar en una emisora de radio de Occidente las últimas noticias sobre Budapest. Mientras, en su colegio, votaron de forma casi unánime mantener un minuto de silencio en solidaridad con los magiares. Máxime, después de que hubiera llegado a sus oídos el rumor de que los soldados soviéticos hubieran acabado con la vida de Ferenc Puskas, el capitán de la selección de fútbol del país vecino. Solamente Erik Brabinski se opone a la decisión mientras que un grupo muy pequeño se muestra indeciso.

El minuto de silencio se produce en clase del profesor Mosel, quien piensa que se lleva a cabo contra él, lo que le lleva a informar al rector Schwarz. Finalmente es la señora Kessler -Jördis Triebel-, consejera escolar del condado, quien toma cartas en el asunto por lo que la decisión de los chavales llega a las más altas instancias. Se intenta encontrar a los cabecillas, quienes corren el riesgo de no poder graduarse ya que se encuentran en el último curso.  Cinco de ellos son los protagonistas principales, Lena -Lena Klenke-, Paul -Isaiah Michalski-, los ya referidos Teo y Kurt así como el propio Erik -Jonas Dassler-, hijo de un fallecido en combate contra el ejército rojo e hijastro del pastor Meltzer – Götz Schubert-local.

La situación familiar de los chicos es bien distinta. Kurt es hijo de alto cargo local del partido, Hans Wächter -Max Hopp-. Gracias a ello, las culpas de lo sucedido recaerían en Erik, quien se oponía desde el principio al minuto de silencio, pero cuya figura, con la aquiescencia del Ministro de Educación Lange -Burghart Klaussner-, es prescindible. En cuanto a Teo, hijo de Hermann Lemke -Ronald Zehrfeld-, un obrero de los altos hornos, es el primero de su familia que puede cursar estudios, lo que abriría las puertas a sus hermanos pequeños.

El suceso no pasó de ser una anécdota en la historia de la República Democrática de Alemania, ni puede considerarse como el detonante de la posterior construcción del ominoso Muro. Sirve para reforzar la idea del control absoluto que tenían las autoridades pro soviéticas. Consideraban que todos aquellos que no estuvieran de acuerdo con su sistema era unos fascistas, incluido el mismísimo canciller de la República federal, Conrad Adenauer. En ese mismo saco incluirían también a los instigadores del minuto de silencio.

La propuesta resulta atractiva para el público. Lars Kraume se muestra más meritorio en la primera parte del film, dejándose llevar por una especie de vértigo en su fase final. Deja muchas preguntas sin respuesta y bastantes lagunas, pero lo subsana con una puesta en escena muy comercial y una actuación tensa y eficiente de los jóvenes actores que encabezan el reparto. Quedan, eso sí, algunas cuestiones dramáticas para discutir, como la malinterpretada dictadura del proletariado, que llevó a límites opuestos de lo que se pregonaba en su filosofía. También la situación de la mujer, tan silenciosa como esa revolución del minuto sin mediar palabra. Anna Wächter -Judith Engel-, la sufrida madre de Kurt, con su rostro lleno de tristeza y su naturaleza apocada es la representación del resto de las féminas, incluida Lena, que no entiende las razones por las que su relación con aquel se ha diluido.

From → Cine

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