Saltar al contenido

Mary y la flor de la bruja (Meari to majo no hana) (***1/2)

4 septiembre 2018

La magia es mejor si eres pelirroja

Una niña pasa los últimos días de verano en el campo, con su tía abuela, sin que ocurra nada especial. Un día sigue a un gato a través del bosque y encuentra una vieja escoba y una extraña flor de color azulado. Poco después llegará a un lugar situado encima de las nubes que dirigen dos científicos visionarios.

En 2015 cerró sus puertas el Studio Ghibli y algunas de sus mentes más brillantes fundaron Ponoc. Entre ellos, figuraban el cineasta Hiromasa Yonebayashi, de El recuerdo de Marnie, y Riko Sakaguchi, guionista de El cuento de la princesa Kaguya. Ambos son los responsables de la adaptación de una novela infantil escrita en 1971 por la británica Mary Stewart, protagonizada por una niña pelirroja de alborotados cabellos.

El inicio es trepidante. Una muchacha escapa montada en una escoba de un pavoroso incendio y es perseguida entre las nubes por unas extrañas criaturas mitad escualos y mitad cefalópodos. A punto de ser cazada se precipita a un paraje en el que unas extrañas semillas azules se desparraman haciendo crecer rápidamente una vegetación exuberante mientras que la escoba queda atrapada por un árbol. No sabemos nada más. Las claves de este incidente se revelarán en la última parte del film, cuando la aventura y el sentimiento llega a su punto más álgido.

Pasamos a una mansión en la campiña inglesa. Allí encontramos a Mary, que pasa los últimos días de verano en casa de su tía Charlotte. Está aburrida porque es la única jovencita que parece habitar por esas latitudes. No tiene videojuegos ni alguna otra diversión y la televisión está estropeada. Zebedee, el jardinero parece jugar con ella al escondite hasta que conoce a Peter, un chico que aparenta su misma edad pero que, por alguna extraña razón, no parece caerle demasiado bien a la protagonista.

Con la música compuesta por Takatsugu Muramatsu y las imágenes de Hiromasa Yonebayashi, la cinta no parece original del Lejano Oriente. La primera secuencia es mucho más dinámica si la comparamos con las habituales producciones japonesas, y los decorados tampoco son tan lineales y simétricos. Cuando se avanza en la presentación de los personajes, las constates de las producciones animadas niponas se hacen notar, especialmente en los gestos y en las muecas. No es ningún demérito. Todo lo contrario.

Un gato de Peter desencadena la historia. Es negro y, aparentemente, se vuelve gris. Mary le sigue y se interna en terreno desconocido, el bosque. Como si de una nueva Alicia se tratase, se adentra en terreno ignoto y fantástico para descubrir allí una escoba vieja y unas extrañas flores azules. Le pregunta a su jardinero y aprende que se trata de raros ejemplares que se abren cada siete años. Pronto, por medio de esos capullos y la barredera, sube por encima de las nubes y llega a un mundo enseñoreado por Endor College, una escuela para brujas.

El centro está dirigido por una pareja. La directora es Madame Mumblechook, que nunca había conocida una chiquilla con tantas aptitudes. Además, Las brujas pelirrojas siempre han sido superiores. Desconoce, como sí sabe Mary, que lo de la muchacha es temporal, debido a las flores halladas en el bosque. El otro personaje es el Doctor Dee, una especie de científico loco, enfrascado siempre en sus cálculos, fórmulas y experimentos. Años atrás intentaron, a través de esas extrañas flores azules crear una juventud llena de poderosa magia. Un ser nuevo y supremacista, pero la aventura no salió como esperaba, Ahora, tras aprender de los errores, pretenden hacer lo propio con Peter. Únicamente Mary puede impedirlo.

La paleta de colores resulta atractiva, casi extraordinaria. Se pasa de un paisaje a otro sin estridencias, lo miso que sucede con las acuarelas y su fusión con las imágenes por ordenador. Algunas cromas no son tan eficientes pero, en líneas general, la película cumple, especialmente para los adolescentes. Los más pequeños quizá encuentren una aventura más que aceptable, aunque el planteamiento pueda resultarles algo plomizo. Las secuencias de acción son brillantes, lo mejor del film, y se apartan de la reiteración habitual en este tipo de propuestas.

Sucede algo parecido con el personaje central, que abandona la languidez para comportarse como una niña entre personas muy adultas y una heroína si es que lo toca serlo. De ser una persona a la que podríamos calificar de gafe pasa a convertirse en personaje de gran fortaleza y con un estricto sentido del deber. En este punto, el relato de Mary Stewart parece entroncar perfectamente con el espíritu japonés. Al menos, así se muestra a través del guion de Riko Sakaguchi. Uno de sus puntos fuertes es la de descartar la magia como alternativa de lucha. Mary intenta imponerse mediante métodos naturales, lo que le aparta de los relatos tradicionales del género.

La magia es mejor si eres pelirroja

Una niña pasa los últimos días de verano en el campo, con su tía abuela, sin que ocurra nada especial. Un día sigue a un gato a través del bosque y encuentra una vieja escoba y una extraña flor de color azulado. Poco después llegará a un lugar situado encima de las nubes que dirigen dos científicos visionarios.

En 2015 cerró sus puertas el Studio Ghibli y algunas de sus mentes más brillantes fundaron Ponoc. Entre ellos, figuraban el cineasta Hiromasa Yonebayashi, de El recuerdo de Marnie, y Riko Sakaguchi, guionista de El cuento de la princesa Kaguya. Ambos son los responsables de la adaptación de una novela infantil escrita en 1971 por la británica Mary Stewart, protagonizada por una niña pelirroja de alborotados cabellos.

El inicio es trepidante. Una muchacha escapa montada en una escoba de un pavoroso incendio y es perseguida entre las nubes por unas extrañas criaturas mitad escualos y mitad cefalópodos. A punto de ser cazada se precipita a un paraje en el que unas extrañas semillas azules se desparraman haciendo crecer rápidamente una vegetación exuberante mientras que la escoba queda atrapada por un árbol. No sabemos nada más. Las claves de este incidente se revelarán en la última parte del film, cuando la aventura y el sentimiento llega a su punto más álgido.

Pasamos a una mansión en la campiña inglesa. Allí encontramos a Mary, que pasa los últimos días de verano en casa de su tía Charlotte. Está aburrida porque es la única jovencita que parece habitar por esas latitudes. No tiene videojuegos ni alguna otra diversión y la televisión está estropeada. Zebedee, el jardinero parece jugar con ella al escondite hasta que conoce a Peter, un chico que aparenta su misma edad pero que, por alguna extraña razón, no parece caerle demasiado bien a la protagonista.

Con la música compuesta por Takatsugu Muramatsu y las imágenes de Hiromasa Yonebayashi, la cinta no parece original del Lejano Oriente. La primera secuencia es mucho más dinámica si la comparamos con las habituales producciones japonesas, y los decorados tampoco son tan lineales y simétricos. Cuando se avanza en la presentación de los personajes, las constates de las producciones animadas niponas se hacen notar, especialmente en los gestos y en las muecas. No es ningún demérito. Todo lo contrario.

Un gato de Peter desencadena la historia. Es negro y, aparentemente, se vuelve gris. Mary le sigue y se interna en terreno desconocido, el bosque. Como si de una nueva Alicia se tratase, se adentra en terreno ignoto y fantástico para descubrir allí una escoba vieja y unas extrañas flores azules. Le pregunta a su jardinero y aprende que se trata de raros ejemplares que se abren cada siete años. Pronto, por medio de esos capullos y la barredera, sube por encima de las nubes y llega a un mundo enseñoreado por Endor College, una escuela para brujas.

El centro está dirigido por una pareja. La directora es Madame Mumblechook, que nunca había conocida una chiquilla con tantas aptitudes. Además, Las brujas pelirrojas siempre han sido superiores. Desconoce, como sí sabe Mary, que lo de la muchacha es temporal, debido a las flores halladas en el bosque. El otro personaje es el Doctor Dee, una especie de científico loco, enfrascado siempre en sus cálculos, fórmulas y experimentos. Años atrás intentaron, a través de esas extrañas flores azules crear una juventud llena de poderosa magia. Un ser nuevo y supremacista, pero la aventura no salió como esperaba, Ahora, tras aprender de los errores, pretenden hacer lo propio con Peter. Únicamente Mary puede impedirlo.

La paleta de colores resulta atractiva, casi extraordinaria. Se pasa de un paisaje a otro sin estridencias, lo miso que sucede con las acuarelas y su fusión con las imágenes por ordenador. Algunas cromas no son tan eficientes pero, en líneas general, la película cumple, especialmente para los adolescentes. Los más pequeños quizá encuentren una aventura más que aceptable, aunque el planteamiento pueda resultarles algo plomizo. Las secuencias de acción son brillantes, lo mejor del film, y se apartan de la reiteración habitual en este tipo de propuestas.

Sucede algo parecido con el personaje central, que abandona la languidez para comportarse como una niña entre personas muy adultas y una heroína si es que lo toca serlo. De ser una persona a la que podríamos calificar de gafe pasa a convertirse en personaje de gran fortaleza y con un estricto sentido del deber. En este punto, el relato de Mary Stewart parece entroncar perfectamente con el espíritu japonés. Al menos, así se muestra a través del guion de Riko Sakaguchi. Uno de sus puntos fuertes es la de descartar la magia como alternativa de lucha. Mary intenta imponerse mediante métodos naturales, lo que le aparta de los relatos tradicionales del género.

From → General

Deja un comentario

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.