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Destroyer (***)

19 febrero 2019

Un crimen delator

Erin Bell es una detective de Los Ángeles que perdió al padre de su hija cuando, años atrás, estuvieron infiltrados en una banda de atracadores de bancos. El hallazgo de un cadáver indocumentado hace que regresen fantasmas de su pasado y que hurgue en los motivos que destruyeron en parte su vida.

La policía encuentra el cadáver de un hombre sin identificación. Hay una pistola sin registrar junto a él y unos cuantos billetes tintados. En la escena aparece una mujer con evidentes gestos de embriagues y ojeras que delatan una noche larga. Se trata de la detective de Los Ángeles llamada Erin Bell, encarnada por una irreconocible Nicole Kidman. La hawaiana está desfigurada, con un aspecto ajado y el impacto del paso del tiempo en su rostro.

Una vez más, la actriz da muestras de su poderío interpretativo, encarnando con una buena dosis de maquillaje a su personaje, pero también incorporando el mismo papel cuando era una recién llegada al cuerpo de policía y sus pómulos estaban repletos de pecas. En ningún caso representa el medio siglo de vida bien cumplido. Alterna convertirse en una mujer mayor con una joven infiltrada en una banda de atracadores de bancos junto a otro recién llegado al cuerpo, Chris –Sebastian Stan-, del que se termina enamorando y que se convierte en el padre de su hija Shelby –Jade Pettyjohn-.

Como puede adivinarse, la historia dirigida por Karyn Kusama, que hasta ahora no nos había dejado trabajos muy destacables, está repleta de flashbacks. Cuando Erin ve el cadáver advierte tres marcas en la parte posterior de su cuello. Aunque no se encarga de la investigación, sabe perfectamente la identidad del muerto y también la de su asesino. Se aleja del lugar y comienza a repasar las circunstancias que la llevaron hasta allí y la han convertido poco menos que en un deshecho humano.

Junto a Chris se enroló en una banda dirigida por Silas –Toby Kebell- y cuando decidieron salir del anonimato, su novio fue abatido en el transcurso de un atraco. Luego sabemos que se casó con Ethan –Scoot McNairy-. Cuando se divorciaron, su hija decidió quedarse con él puesto que la autodestrucción de Erin se hacía cada vez más patente. La aparición del cadáver trae al presente viejos fantasmas, y está decidida a dar con el paradero de Silas una vez que reaparece en su vida. Es el fragmento más tramposo del film, ya que mantiene una parte de la intriga que se le oculta al espectador hasta el final.

A través de otros miembros de la banda intenta completar el puzle que le lleve hasta el que fuera su jefe. No contesta a las llamadas telefónicas de su compañero Antonio –Shamier Anderson-, y ocupa su tiempo y las energías que le permite el alcohol y el insomnio en dar con el paradero de DiFranco –Bradley Whitford-, luego con el de Arturo Guerrero –Zach Villa-, hasta que se enfrenta a Petra –Tatiana Maslany-, la mujer más próxima a Silas.

No hay comisarios que exijan resultados inmediatos acuciados por el político de turno, ni fiscales del distrito. Únicamente una detective que ocupa el lugar de tantos varones de su mismo oficio que han sido recurrentes en el cine y en la literatura. Estropeados por el tiempo, con viejas deudas personales que restañar, maltratados por el alcohol y con un problema actual que le ocupa buena parte de su tiempo. En este caso, se trata de su hija Shelby, que a los dieciséis años ha dejado los estudios para unirse sentimental a Jay –Beau Knapp-, un tipo casi diez años mayor que ella al que considera una influencia nada positiva.

Hay dos frentes por resolver, el de una madre que ve descarriarse a su hija y el de sus demonios personales. Se trata de un ejemplo de cine negro que adecuadamente se ubica en Los Ángeles, la ciudad del género por excelencia. Tampoco se necesitan persecuciones automovilísticas para mantener la tensión o resultar más convincente. Basta con esos planos cortos dirigidos hacia el rostro de Nicole Kidman. Suficientemente explícitos sus contenidos gestos para que nos rindamos a sus pies.

La parte más negativa, aparte de la trampa mencionada anteriormente, es el sentido de culpabilidad de sus autores a la hora de enfrentarse con una temática de estas características. Es como si pidieran perdón de manera implícita por el género y persiste en una búsqueda diferenciadora del mismo. Como si se pretendiera huir de las claves al uso para mostrarnos elementos originales. El personaje de Erin Bell tiene suficiente fuerza en sí mismo como para no perseguir características singulares que desemboquen en la excepcionalidad.

From → Cine

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