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En buenas manos – (Pupille) (***)

30 abril 2019

Guía de la adopción

Una joven da a luz a su bebé y lo entrega a un programa estatal sin ni siquiera tomarlo en sus brazos. Paralelamente, una mujer lleva casi una década luchando por ser madre cuando le comunican la adopción del recién nacido. De momento, el bebé vive con un padre de acogida que le prepara para el próximo paso.

Esta película se ha convertido en la sorpresa de los últimos doce meses en Francia. Candidata a siete Premios César, ha refrendado las buenas sensaciones que nos dejó su autora, Jeanne Henry, con su ópera prima, protagonizada igualmente por Sandrine Kiberlain. El guion refleja los pasos establecidos para la adopción de un bebé y se fija fundamentalmente en tres mujeres y un hombre, aunque este último ocupe en cierto modo el lugar de una madre. Su esposa trabaja y él recibe subvenciones por erigirse en padre de acogida, paso intermedio entre los chavales que pasan a cargo del estado y las familias que se encargarán de las respectivas aceptaciones legales.

Una mujer -Leïla Muse- llega a un hospital a punto de dar a luz. Tiene veintiún años, es estudiante, y no quiere siquiera dar su verdadero nombre. Piensa en dar el bebé en adopción y, tras el parto, tampoco desea verlo ni encariñarse con él. Una asistenta social se encargará de los trámites. Se trata de Mathilde -Clotilde Mollert-, una dulce funcionaria gracias a la cual sabemos que la nueva madre se llama Clara y que, inicialmente, llamaría a su hijo Theo.

La administración, a través de Lydie -Olivia Côte- comunica a Alice Langlois -Élodie Bouchez-, que lleva diez años esperando ser madre, que se le ha concedido la custodia legal de un crío de dos meses y medio nacido en Brest. Ella trabaja como relatora de audio para ciegos y en ese momento se encuentra empleada en una función teatral que representa una obra de Chéjov. Tiene ahorrado una cantidad suficiente como para dedicarse a su hijo al cien por cien una larga temporada.

Cuando se produce un hecho de esas características, se busca una solución a corto plazo, ya que la madre cuenta con un par de meses para reconsiderar su actitud una vez que ha firmado los papeles correspondientes para ceder a su hijo. Karine – Sandrine Kiberlain-, una trabajadora social, opina que lo mejor es entregárselo a Jean -Gilles Lellouche-, un asistente familiar que colabora con las instituciones y que ha hecho de ello su modo de vida. Será quien se encargue de los biberones, de vigilar el sueño de Theo, de asearlo y verlo crecer una vez que una aplicada auxiliar de enfermería -Stéfi Celma-, encaprichada con el bebé, le cede el puesto.

Gracias a un guion inteligente, que intercala los flashbacks justos para refrendar su propuesta, y a una interesante puesta en escena en la que abundan los planos cortos, Jeanne Henry consigue meternos de lleno en su historia. A caballo entre el docudrama y la ficción, pretende que la historia sea lo más absorbente posible y que así llegue hasta el espectador. Por ello se permite muy pocas alegrías en forma de escenarios naturales, aunque consigue mostrarnos a cuentagotas la belleza de Brest, situada justo en el Canal de la Mancha.

Encuentra una colaboración perfecta en su reparto. Todos los actores están convincentes, incluido un Gilles Lelouche al que siempre asociamos con otros papeles más proclives a la superficialidad. Descubrimos a una Élodie Bouchez, cuya mirada nos envuelve. Su expresividad para con su hijo adoptivo es lo más parecido a una caricia. En un filme donde se recurre a figuras históricas del cine francés, como Miou Miou, para pequeñas intervenciones próximas a un cameo, hasta sorprende el bebé, uno de los recién nacidos más atractivos que se han visto en la pantalla grande en mucho tiempo.

El conjunto respira honestidad y se nota un calado especial en lo que se cuenta. Si no se tratan de experiencias personales hay un estudio profundo en la mecánica y el desempeño de las funciones de cada uno de los personajes. No toma partido en ningún momento, pero tampoco oculta ciertos razonamientos que llevan a un desenlace posterior. Hay caracteres que saben mucho menos que el espectador, como cuando se le comunica a Alice que ha sido elegida entre tres posibles aspirantes a quedarse con Theo. El espectador conocerá de primera mano cuales han sido los motivos que derivaron en esa solución.

El guion está muy bien construido en lo que respecta a la línea central del relato. Los protagonistas van y vienen, aparecen cuando resultan necesarios, lo que no impide que se adviertan una serie de trampas evidentes. La película está construida también a base de lazos emocionales. No solo de la situación principal con el espectador y sus madres biológicas y de adopción. Hay que contar el encariñamiento de Jean con el bebé, el amor que siente Karine por él, ofreciéndole incluso su cama, o el que demuestra Alice por el actor principal de la obra. Mientras, nos olvidamos de algunas figuras colaterales, que parecen quedarse suspendidos en el éter. Se cierra el largometraje con una fiesta en la que, a modo de colofón de una obra representada en un teatro musical, se citan a la gran mayoría de personajes para mostrarnos su felicidad.

From → Cine

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