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An Elephant Sitting still (Da xiang xi di er zuo) (****)

4 May 2019

Entorno hostil

En Manzhouli hay un elefante que permanece constantemente sentado y es ajeno a todo lo que le rodea, incluso a los que pretenden pinchar su espesa piel. Cuatro personajes con pocas posibilidades de salir a flote, empujados por un entorno hostil, aguardan la posibilidad de desplazarse a ese lugar en busca de esperanza.

Presentada en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires -BAFICI-, este largometraje causó sensación, tanto por su calidad fílmica como por la historia de su responsable, el chino Bo Hu, quien se suicidó después de terminar el rodaje de esta ópera prima debido a diferencias de criterio con los productores. Un triste testamento cinematográfico, pero ciertamente valioso. Sin alardes ni extraños movimientos de cámara, consigue una puesta en escena compleja a la que sus extensos planos no le privan de una originalidad basada en un estilo diferente e hipnótico.

Habla Bo en el inicio de un elefante que se puede contemplar en el zoo de Manzhouli, localidad situada en la zona norte de China. Este paquidermo se pasa el tiempo sentado y parece que ni siente ni padece. Da igual que le echen comida porque no se moverá. Tampoco, aunque le azucen. Sucede igual con los cuatro caracteres principales de esta propuesta. Sus posibilidades de avanzar resultan mínimas a tenor del entorno en que se desenvuelven. Al proboscídeo se le puede identificar también con la propia China. Un país gigante, de movimientos extremadamente lentos, y al que parece no afectarle nada de lo que sucede a su alrededor.

Cuatro son los personajes en los que se centra la historia, a la que dota de un cierto aire de drama policiaco. Todos ellos terminarán relacionándose en busca de un destino similar, que no es otro que el viaje a Manzhouli. De esta forma se firma uno de los planos finales más sobresalientes del séptimo arte. De le tendrían que aprender muchos, especialmente sus colegas norteamericanos, empeñados en secuencias postreras a modo de coda que suelen ser demasiado condescendientes y añaden muy poco al conjunto.

Yu Cheng -Yu Zhang- es un gánster local que mantiene una relación sentimental con la esposa de su mejor amigo. Al verlo en casa del matrimonio, el marido su suicida arrojándose por el balcón. Temeroso de que la policía le estreche el cerco, Cheng huye a la desesperada. A Wang Jin -Liu Congxi Li- su familia quiere internarlo en un asilo para instalarse en un pequeño apartamento cerca de una escuela que pueda asegurarle mejor educación a su hijo. No les importa que el anciano sea el propietario de la casa en la que viven.

En ese mismo inmueble vive Wei Bu -Yuchang Pen-, un estudiante que sufre a un padre autoritario en una convivencia caótica. Le empujan a vivir con su abuela a quien se encuentra muerta en su casa. Con anterioridad, se había comprometido a ayudar a un compañero de clase a quien el acosador Yu Shuai le culpaba de haberle robado el teléfono. Tras empujarle Wei Bu se aleja por entender que Shai está muerto.

Al mismo instituto acude Huang Ling -Uvin Wang -, que mantiene discusiones constantes con su madre alcohólica. Wei le dice que se marche con él a Manzhouli, pero ella se niega ya que mantiene una aventura con el subdirector del colegio. La relación se interrumpe bruscamente cuando alguien sube al chat del centro docente un vídeo del profesor y la alumna filmado a escondidas.

Las cuatro historias conforman un retrato auténtico y fidedigno de la realidad actual. Transcurre en una ciudad industrial, pero podría transcurrir en cualquier otro asentamiento urbano. Bo Hu ha construido un relato completo y brillante, con la cámara deteniéndose principalmente en los rostros de sus caracteres principales. Ocurren cosas a su alrededor, que muchas veces aparecen desenfocadas porque lo que realmente importa es lo que les sucede a sus protagonistas. La posición de la cámara es admirable, envolvente y tremendamente gráfica.

Hay un contratiempo importante en esta producción que apuesta por unos colores fríos, casi tan cortantes como el ambiente que rodea a sus protagonistas. La cinta en cuestión dura 234 minutos. Casi cuatro horas de buen cine que, a pesar de ello, pueden echar para atrás a muchos posibles espectadores. Quienes acudan a la sala de exhibición no saldrán defraudados. Bien es cierto que se podría haber aligerado algo en el montaje y también evitar algunas propuestas en un guion de calidad, como delata el hecho de que su malogrado autor hubiera sido también novelista, pero con algunas situaciones superfluas. Haberle restado media hora al metraje no mejoraría la salud cinematográfica que muestra este largometraje.

From → Cine

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