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Compulsión (-)

6 May 2019

Muerte al pie de las montañas

Ella cree que su marido le engaña y por eso se dispone a seguirle. En una casa aislada de la sierra madrileña se encuentra con una mujer maniatada y amordazada. También hay un cadáver. Descubre que su esposo es un asesino el mismo día en que comprueba que está embarazada.

Una joven recibe una llamada telefónica. Es una cita. Se viste provocativa y se encuentra con un hombre en un parque. Se suben a un automóvil, enfilan por la A-6, en dirección a la sierra. De esta forma acceden a una solitaria finca enseñoreada por una vivienda unifamiliar de grandes dimensiones. Fanny –Susana Abaitua- es una prostituta que tiene a su acompañante, Robert –Paco Manzanedo-, como uno de sus mejores clientes.

Hasta ese punto, casi todo normal en un filme que apuesta a caballo entre el thriller y el terror. Hay algunas cuestiones llamativas, como el tema musical de apertura, unos fundidos a negro que nos parecen eternos y unos fragmentos de banda sonora que presagian lo que no es. Huele a terror y, de momento, no pasa nada. Una vez en la mansión, Fanny ve unas manchas de sangre en el suelo. Quiere regresar a Madrid pero Robert se lo impide. Presagio de acontecimientos macabros.

En su ópera prima, estrenada en el Festival de Sitges, Ángel González utiliza únicamente a tres actores y dos cameos, incluido el de Pol Cardona. Probablemente, no había dinero para más, puesto que toda la producción huele, además de independiente, a escasa financiación. El tercer personaje es la esposa del protagonista, Esther –Marina Esteve-. Antes de cerciorarse de que está embarazada, nos da muestras de que las cosas no van demasiado bien entre el matrimonio.

Ella sufre de dolores de cabeza y cuando pretende quedar con su esposo en el centro para almorzar o verse antes de regresar juntos a casa, es él quien pone mil disculpas. Teme una aventura extraconyugal y se apresta a seguirle. Es cuando vemos el mismo plano del lugar en el que Fanny y Robert se han citado inicialmente. No nos lo podíamos creer. Revisamos. Exactamente, se trata de idéntico tiro de cámara que en la segunda toma se cierra ligeramente. Un trabajo de montaje o la utilización de dos tomas para elegir la menos mala. En todo caso, desafía las leyes cinematográficas.

Esther sigue a la pareja. Pase que Robert no reconozca el auto, pero no podemos aceptar de tirón que ella lo deje aparcado a pocos metros de la entrada de la finca, que se sorprenda del lugar, que salte la valla, entre en la casa, descubra un cadáver y vea a Fanny esposada y amordazada. Mientras, el marido a su rollo sin darse cuenta del intrusismo de la mujer. Hasta que a su responsable le apetezca.

Mejor no desvelemos nada más por si alguien se encuentra con el aforo completo en salas colindantes y decide sacar la entrada para ver esta puesta en escena. En todo caso, no sería la mejor opción. Los fundidos a negro interminables no cesan, la mayoría de los planos están descompensados y el guion se retuerce entre diálogos fútiles y de profundidad extremadamente limitada. La música sigue a su ritmo, que no es el de la película. Advierte lo que no pasa y subraya de forma impenitente lo que sucede en el celuloide.

Hay tres o cuatro planos interesantes, que se quedan en proyecto, y una secuencia final con cierto atractivo. Llega después de que la pantalla se hubiera oscurecido una vez más y aguardásemos únicamente a los títulos de crédito para cerrar un visionado cuyo autor ha puesto empeño pero que, como en una mala corrida de toros, el animal ha salido demasiado manso y apenas tiene un pase. Está por ver lo que puede dar de sí Ángel González con una mayor financiación y un guion mejor rematado. Tampoco lo mejoran los actores, que no tienen unos papeles a los que sacar brillo. Marina Este hace lo que puede, que es bastante, y mejora con creces la participación de sus otros dos compañeros de reparto.

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