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El año de la plaga (-)

19 May 2019

La invasión de las mentes vacías

Irene, la ex de Víctor reclama su ayuda cuando comprueba que la gente a su alrededor se muestra de forma diferente. Parece que no tienen emociones. El protagonista, influenciado por las películas que han marcado su vida, intenta comportarse como el héroe que en absoluto lleva dentro.

Hay películas que se disfrutan y otras que se soportan. Seríamos benévolos si considerásemos este filme dentro de este último apartado. Carlos Martín Ferrera la presentó  en el pasado Festival de Sitges donde no tuvo apenas respaldo popular. Más bien todo lo contrario. Podríamos convenir que la propuesta entra de lleno en lo que se denomina cine fantástico, pero intenta tocar varios géneros sin aprovechar ninguno en particular.

El inicio presenta aires de comedia, donde Víctor –Iván Massagué- lleva cabo un spoiler de la trama. Su novia Irene –Ana Serradilla- le ha dejado por su falta de compromiso y él no puede aceptarlo. La espía y no considera las ofertas de cita a ciegas que le ofrecen sus compañeros de trabajo, Nieves –Silvia Abril, Miguel –Brays Efe- y Casu –Canco Rodríguez-. Finalmente decide quedar con Lola –Miriam Giovanelli-, quien muestra un carácter totalmente opuesto. Es echada para adelante, aventurera y dinámica.

Mientras, los medios de comunicación hablan de una plaga de gripe que afecta a todo el Globo. Las andanzas de los personajes centrales continúan al tiempo de que se informa que la mayoría de enfermos sanan de manera prácticamente espontánea y casi milagrosa. Víctor equipara situaciones con las películas que mantiene en el recuerdo en un pretendido homenaje al cine que será superlativo cuando asemeja lo que sucede a su alrededor con La invasión de los ultracuerpos.

En su entorno, la gente parece distinta. Su falta de emociones les delata como poseídos por algo sobrenatural que está a punto de dominar el planeta. Son como zombis, pero Víctor insiste en que no se comportan como tales porque no tienen un andar pesado y su estado físico tampoco es comparable. De vez en cuando emiten un molesto sonido gutural que les identifica, aunque no tiene por qué ser la norma. En esas circunstancias, Irene vuelve a reclamar a la presencia de su ex novio. Ella es una anestesista y le muestra extrañas reacciones en la morgue.

Comienza otro género, el de la aventura, por mucho que la comedia y el género fantástico sigan en primer plano. También el romance. Lola está a punto de conquistar al protagonista, si bien él sigue enamorado de Irene. Ahora atendemos a una lucha por la supervivencia en la que el destino tiene preparada a los personajes centrales una disyuntiva: susto o muerte.

El conjunto aglutina momentos absurdos, prácticamente anacrónicos. Por ejemplo, el personaje que afirma haber sido un superviviente del campo de concentración de Mauthausen, cuando se le calculan veinte años menos de los que debiera de tener si hubiera sido un prisionero nazi. Y a pesar de todo ello, la película muestra un extraño exceso de diálogo que no concuerda con el género propuesto.

El guion quiere ser imaginativo y se muestra flojo. Es tan fallido como la puesta en escena que tiene sus mejores argumentos en la postproducción. Tanto en los títulos de crédito como en las imágenes de una Barcelona apocalíptica. En cuanto al reparto, no vale con echarse en brazos de rostros populares gracias a la televisión. No van más allá de un reclamo inicial que se puede volver en contra. Ni Silvia Abril ni Brais Efe tienen papeles a los que puedan sacar partido y ellos tampoco los mejoran. Sucede algo similar con la aparición más testimonial de Juanra Bonet.

Por lo que se refiere a Iván Massagué, su personaje parece que le despista. Tanto por su comportamiento como por sus actos y su verborrea. Soporta el peso de la película y tiene que pasar de la comedia a la aventura sin obviar pasajes dramáticos. Con todo ello, es lógico que llegue a confundirse. También nosotros.

From → Cine

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