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El creyente (La prière) (**1/2)

3 junio 2019

En busca de la fe

Un joven de veintidós años intenta superar su drogodependencia uniéndose a una comunidad religiosa que se encuentra aislada en un monte y en la que los internos se rehabilitan a partir del recogimiento espiritual. El joven tendrá que superar sus contradicciones internas y el amor que comienza a sentir por una lugareña.

Cuatro años después de su último trabajo tras las cámaras regresa Cédric Kahn para presentarnos en sociedad a un actor que, a buen seguro, dará mucho que hablar en el cine francés desde ahora mismo. Se trata de Anthony Bajon, quien en su primer papel protagonista encarna a Thomas, un joven de veintidós años con problemas de drogadicción, por el que mereció el primero a la mejor interpretación en el Festival de Berlín. Con la cara mostrando señales evidentes de una trifulca, suponemos que a causa de su genio irascible, se dirige a un asentamiento religioso instalado al pie de una zona montañosa de los Alpes.

Allí no hay médicos, ni quiera atención primaria. El lugar está regido por antiguos residentes que se ocupan de los nuevos internos. Es el caso de Marco –Alex Brendemühl-. Las actividades de ocio también están ausentes. Ni cigarrillos, ni alcohol ni mujeres, quienes disponen de un recinto próximo exclusivo para ella. Ni tan siquiera televisión porque la superación de las adicciones debe llegar por el recogimiento, la oración y las tareas laborales que se les encargan. A cada recién llegado se le asigna un veterano que todavía no se ha desprendido de su problema. De Thomas se ocupa Pierre –Damien Chapelle-.

El arranque cautiva apoyado por una escenografía brillante de la que es responsable Yves Cape. Retrata con precisión el lugar aislado, al pie de las cumbres siempre nevadas, cuyo manto blanco desciende hasta donde está ubicado el centro comunitario. A pesar de ello, de manera paulatina, la película va decreciendo. Se torna previsible e incluso algunas secuencias, por no decir la mayoría, se nos antojan alargadas. Especialmente, cuando se trata de mostrarnos los pequeños ratos de ocio en los que manda la música. Bien sea con los chicos únicamente o en las demostraciones durante las fiestas de verano, incluidas las representaciones teatrales.

Thomas conoce circunstancialmente a Sybille –Louise Grinberg- en una ocasión en la que desea poner punto final a su aislamiento y regresar a su Bretaña natal. Queda prendada de la aspirante a arqueóloga y mantendrá con ella más de un encuentro furtivo. La fe y el convencimiento personal son las armas con las que deben jugar el protagonista y sus compañeros. Quienes se ocupan de ellos tienen la suficiente experiencia para saber si se les miente o se adopta una fachada que no corresponde a la realidad. Lo demuestra la Hermana Myriam con sus bofetadas en uno de los momentos más impactantes. La veterana Hanna Schygulla se encarga de demostrarlo, en un papel corto pero convincente.

El giro definitivo llegará cuando, durante una marcha, Thomas se pierde y queda aislado por la noche en la montaña, entre el fío, la soledad y una pierna herida. Como Saulo camino de Damasco, descubre la fe a la que no había accedido por la oración y la penitencia. Se siente liberado y confirma que está capacitado para entrar en el seminario. Reconoce que todavía se siente atraído por Sybille, aunque sus convicciones religiosas son férreas.

La cinta mantiene en todo momento una postura ecléctica, próxima al documental, y Cédric Kahn se luce con un trabajo serio y atractivo. Tampoco hay un evidente interés por adoctrinar y penetra con austera delicadeza en las interioridades de la comunidad. A medida que avanza las sorpresas disminuyen y con ella el interés. Aunque se pone cierto énfasis en la mentar la realidad de un mundo deshumanizado en el que se echan en falta los lazos de la amistad, el conjunto pasa por fases monótonas de la que se libra con algún que otro truco del guion.

Uno de ellos es, precisamente, el papel de Sybille en la historia. Aunque se busca un encaje perfecto mediante una salida forzada, deja algunos claroscuros en esa lucha a la que se enfrenta el personaje central a través de la espiritualidad y un régimen muy parecido al castrense. Tiene que descubrir que los demonios se encuentran en su interior y todo se dispone para que se libere de ellos. Thomas no lo tiene fácil, aunque debe perseguir su meta a través de su propio calvario para trascender en una persona nueva. Una resurrección cuya pasión y paralelismo no queda bien plasmado en la historia.

From → Cine

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