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La influencia (*)

19 junio 2019

La mal no quiere morir

Una mujer regresa a la casa en la que sufrió siendo niña junto a su marido y su hija de nueve años. Vuelve para ayudar a su hermana a cuidar a su madre, en coma desde hace varias semanas. Las desavenencias con ella datan desde la infancia, pero la pequeña Nora parece tener hacia ella una extraña fascinación.

Las películas de género pocas veces sorprenden a quienes hemos visto bastante cine. Desde los primeros fotogramas podemos anticipar lo que vendrá después. Máxime si, como en esta ocasión, el guion se basa en la novela homónima de Ramsey Campbell, uno de los autores de terror más celebrados del momento. Esa ha sido la opción del debutante Denis Rovira van Bopekholt en su primer largometraje, para el que ha contado con elenco de nombres interesantes que mezcla actores solventes con rostros populares gracias a la televisión.

Alicia -Manuela Vellés- regresa a la mansión asturiana donde vivió de niña junto a su marido. Mikel -Alain Hernández- y su hija Nora -Claudia Placer-, de nueve años. Sale a recibirlas su hermana Sara -Maggie Civantos- y nos enteramos que el motivo de esta vuelta es la enfermedad de la madre de ambas, Victoria -Emma Suárez-, postrada en la cama en estado de coma desde varias semanas atrás. Madre e hija tuvieron fuertes desavenencias tiempo atrás, cuando la mujer acusó a sus hijas del fallecimiento accidental de su esposo, lo que sabremos muy avanzada la proyección. Ahora nos interesa el interés exacerbado de Nora por acercarse a su abuela. Incluso, se podría decir que siente por ella una fascinación insospechada.

Victoria representa el mal. Es acusada de bruja y las paredes y el sótano de la vivienda están salpicadas de motivos pertenecientes a la hechicería. Las arañas, vivas o mostradas en colgantes, se unen a esa fiesta de magia negra más esbozada que de importancia argumental, salvo en una pequeña secuencia en la que se prepara una pócima. Postergada en la cama, conectada a dos monitores, entiende que debe de buscar otro cuerpo en el que seguir existiendo. Como bien dice, solamente ella decidirá el momento de su muerte y no está dispuesta a que llegue nunca.

El interés por lo que sucede dentro de la mansión tarda en llegar. Se marea la perdiz con una exposición que mantiene el interés por los sustos que salpican el largometraje. La mayoría de ellos gratuitos y rubricados por una partitura del valenciano Arnau Bataller que te hace dar un pequeño respingo de vez en cuando porque aumenta exageradamente de volumen o despliega todo tipo de ruidos para justificar el género en el que se inscribe esta producción.

Cuando entramos en el meollo, y de verdad tiene cabida el horror, todo lo que afecta a los personajes principales resulta profundamente incontrolado. No acertamos a encontrar explicaciones coherentes a lo que se nos cuenta. Da la sensación de que en el montaje se han desechado escenas que podrían resultar explicativas, aunque lo cierto es que la puesta en escena parece decantarse por seguir los parámetros más convencionales que de exponer razonamientos lógicos.

Todo ello no es óbice como para que este largometraje tenga un importante rendimiento comercial. Los amantes del género no se sentirán defraudados porque tampoco necesitan que les den claves o soluciones. Quieren pasárselo bien entre sustos, sangre y torturas. Si eso es lo que buscan, y no someterse a indagaciones, seguro que saldrán satisfechos. Rovira ha optado por una planificación clásica que resuelve con soltura los pasajes que más diferencian a esta producción. Hay otros aspectos más sorprendentes, como la luz roja que acompaña a los monitores a los que está conectada Victoria. Propicia unos reflejos que a la vez se nos antojan resultones y artificiales.

Tenemos que hilar muy fino para justificar las circunstancias y las acciones en las que están inmersos los personajes. Incluso el desenlace se decanta por hechos que pretenden ser esclarecedores y siembran todavía más la confusión. Una cosa es que en la pantalla no se reiteren situaciones o motivos para ciertos comportamientos y otra muy distinta es que se haga de pasada o se de a entender al espectador como este buenamente pueda. Es lo que tiene el cine de género, principalmente el de terror. Muchas veces sabemos más de lo que nos cuentan y tampoco se necesita que nos lo machaquen con insistencia. Aunque…

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