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El emperador de París (L’empereur de Paris) (**)

28 julio 2019

A la sombra de Napoleón

François Vidoq fue el único preso que en el siglo XVIII se escapó de las principales penitenciarías francesas. Después de hacerse pasar por un comerciante fue injustamente acusado de un crimen. De nuevo en prisión buscó el indulto convirtiéndose en la cabeza visible de un equipo no oficial para luchar contra la delincuencia.

Era cuestión de tiempo que el cine francés revisara una vez más la figura de un tipo legendario cuya figura se mantiene como una de las personalidades populares históricas de mayor relieve. A grandes rasgos, labró su fama fugándose de las principales prisiones del país. Se convirtió en informante policial antes de dirigir un grupo paramilitar que combatía la mafia parisina. Finalmente, una vez rehabilitado, fue el primer director de la Seguridad Nacional y fundó posteriormente una agencia de detectives.

Esa es la historia de un hombre que todavía permanece por derecho propio en la memoria popular. Fue coetáneo de Napoelón Bonaparte en un período histórico delicado. El pueblo no quería rey, pero tampoco parecía muy satisfecho con el emperador, quien no se dejaba ver públicamente y era refutado por las monarquías europeas. Además, las diferencias sociales eran notorias. La nobleza no se fiaba del pueblo y viceversa. La revolución industrial suponía nuevas líneas de negocio, pero también de delincuencia. Momentos convulsos y como los que suelen acompañar a los tiempos de cambio.

Jean-François Richet, que lo mismo se encarga de una película de acción en Hollywood –Asalto al Distrito 13- que de una comedia romántica en Francia –Una semana en Córcega-, dirige una vez más a su actor fetiche, Vincent Cassel, para dar vida a este personaje histórico, aunque se decanta por una parte muy concreta de su biografía. Probablemente, también la más interesante, que se inicia cuando se evade de una prisión flotante y reaparece con una identidad diferente como comerciante de telas.

Hasta ese momento, hay muchas similitudes con El Conde de Montecristo. No en vano inspiró el personaje de Alejandro Dumas como también Los miserables a Victor Hugo. Por eso hay tantas concomitancias en la fisonomía del personaje central e incluso en el afiche promocional. No obstante, la figura de un tipo tan excepcional como Vidoq está por debajo en esta producción de la que en su día protagonizó Gerard Depardieu y, sobre todo, la rodada por Douglas Sirk en 1946 con George Sanders a la cabeza del reparto.

Eugène-François Vidoq era un ladrón que, una vez que adoptó con una identidad falsa fue descubierto y acusado injustamente de un crimen. A cambio de su rehabilitación propuso un trato con la policía. Buscó redimir sus actos desenmascarando a los mafiosos que operaban en los bajos fondos y sus éxitos sirvieron para que fuese odiado por los estamentos del orden y también por los delincuentes. Todos querían su cabeza, o al menos apartarlo de la actividad con la que intentaba eximir sus penas.

El protagonista toma un mayor relieve gracias a la generosa prestancia de Vicent Cassel quien, pese a su hieratismo habitual, enriquece a Vidoq. A pesar de ello, son los personajes secundarios quienes tienen un mayor valor ante el empequeñecimiento de una figura histórica que no consigue la talla a la que le ha llevado su aureola y el recuerdo popular. Su alter ego como manipulador, Nathanaël de Wenger -August Diehl-, se lleva más méritos, al igual que el siniestro Maillard -Denis Lavant- o Monsieur Henry -Patrick Chesnay-.

Mientras los hombres más representativos ansían el control, que es una forma de poder, las mujeres buscan su lugar. Especialmente la entrañable Annette -Freya Mavor- y la sibilina Baronesa Roxane de Giverny -Olga Kurylenko-. Todo ello en un entorno muy significativo. La dirección artística es francamente loable y los decorados muestran un alto nivel artístico. La parte técnica del film está por encima de la artística e incluso de una puesta en escena demasiado lenta que se contrarresta con mucha violencia, tal vez excesiva para lo que se cuenta, muy al estilo Hollywood. La acción es, por momentos, desbordante por mucho que no se le haga la justicia que a nuestro juicio requiere un personaje tan significativo como Eugène-François Vidoq.

From → Cine

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