La virgen de agosto (****)

Un  verano para renacer

Eva, a sus 33 años, decide quedarse durante el mes de agosto en Madrid. No espera nada, o tal vez mucho. Únicamente tiene la sensación de que el verano en Madrid puede presentarle oportunidades muy distintas a la que se ha encontrado hasta ahora. Entre verbenas se suceden encuentros variopintos.

El mes de agosto se produce un éxodo masivo en la capital de España. Se quedan algunos comerciantes, quienes no tienen dinero para vacaciones, los  que no pueden salir de Madrid por su incapacidad física, y algunos despistados. La ciudad, sin embargo, está llena. Desde primeros de mes hasta mediados se suceden las verbenas, terminando con  la Virgen de la Paloma, el 15 de agosto. Los que se quedan salen a la calle y están rodeados por turistas tanto nacionales como extranjeros que se entregan de lleno para sentir el pulso de la ciudad y, preferentemente, sus barrios más castizos.

Este año Eva –Itsaso Arana- ha decidido quedarse. Tiene 33 años, apuntaba a ser actriz y un conocido le ha dejado su piso, por lo menos la primera quincena, mientras él resuelve en Levante cuestiones relativas a una herencia. Está ubicada en el llamado Viejo Madrid, esa zona de calles estrechas y serpenteantes que abarcan desde Cuchilleros hasta el Palacio Real. La protagonista no tiene rumbo definido. Se dejará llevar por los impulsos de los alrededores y también por los personajes con los que se encuentra.

Recupera el contacto con una vieja amiga de la que se ha distanciado desde que ella es madre. Comienzan las reflexiones y, en este caso, se comenta lo que cambia la maternidad a una mujer, al margen de cavilar sobre el compañerismo. Con una vecina –Isabelle Stoffel- saldrá de marcha y contactarán con dos británicos, típicos turistas del verano de la capital. Una actuación de Soleá Morente en Las Vistillas, incursionará en el mundo homosexual, al tiempo que dos hombres toman más protagonismo en el devenir de Eva. El primero –Joe Manjón- pasa de manera más superficial, aunque da pie a que se nos muestren los garitos casi clandestinos del barrio. El otro dejará más huella.

Lo conoció cuando parecía que estaba a punto de arrojarse al vació en el viaducto que salva la calle Segovia. Es de Huesca y atiende por Agos –Vito Sanz-, diminutivo de Agostino y también hizo sus pinitos como actor. Su presencia permitirá a la cámara abandonar su zona de confort, en el Madrid de los Austrias, para descender a zonas más modestas pero rehabilitadas. El responsable de esta propuesta, Jonás Trueba, es capaz de mostrarnos rincones desconocidos que parecen situarse en otra ciudad. Madrid Rio tiene muchas cosas que ofrecer, tanto a los residentes como a los visitantes.

Parece ser que la idea de este film parte de la curiosidad de Jonás Trueba por saber lo que ocurre en Madrid durante los primeros quince días de agosto. Para ello encontró el respaldo de Itsaso Arana, coautora del guion, que había sido su protagonista en La reconquista -2016-, el único filme en el que no había participado su actor de referencia, Vito Sanz. Juntos capturan el espíritu de la urbe, laten a su ritmo y se dejan llevar para formar parte de ella. Sinsabores, pocos. Realmente, la cinta rezuma el optimismo y la seguridad de quien se funde en la ola  social que abraza el barrio.

Los diálogos, aparentemente fútiles y superficiales, abarcan mucho más de lo que parece a simple vista. Sucede como en los proverbios o los cuentos de Eric Rhomer. Es la fórmula para elevar a arte la categoría de lo cotidiano. Por lo que respecta a estos días de agosto, también pueden ser iniciáticos o de resurrección espiritual. Probablemente, esas mismas consecuencias se puedan dar en cualquier sitio y en cualquier época, pero Jonás Trueba se encarga con acierto, y una puesta en escena eficiente, de refrendar que todo es posible en Madrid, incluso cuando se produce el éxodo mayoritario de sus habitantes.