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Este niño necesita aire fresco (Der Junge muss an die frische Luft ) (**1/2)

20 agosto 2019

Hay que esforzarse más

Basada en su propia autobiografía, se centra durante un período de dos años, cuando era niño uno de los cómicos más celebrados en Alemania, Hape Kerkeling. La historia tiene una moraleja: debemos esforzarnos más, al tiempo que evoca uno de los períodos más determinantes en la vida del protagonista.

Una voz en off, la del personaje central, nos advierte de inicio que debemos esforzarnos más y debemos poner todos los medios a nuestro alcance para conseguir todo aquello que deseamos. Se muestra una infancia feliz, protagonizada por una familia en la cuenca del Rhur. Las risas y el divertimento son los denominadores comunes de la existencia de sus miembros y allegados. Siempre hay lugar para una algarabía con motivo de una onomástica o cualquier otra celebración.

Quienes se llevan la palma son Margret -Luise Heyer- y su hijo Hans-Peter -Julius Weckauf-, el verdadero protagonista. Siempre encuentran la ocasión para el juego y la felicidad mientras su padre Heinz -Sönke Möhring-, un carpintero con exceso de trabajo ha de viajar con más frecuencia de la que desearan. Finalmente, el matrimonio decide dejar la casa de los abuelos paternos, situada en el campo, para trasladarse junto a sus dos hijos a la ciudad. En Recklinghausen el humo de las fábricas se recorta en la silueta de los alrededores. Estamos en una zona industrial en la que el pequeño Hans-Peter, a pesar de estar metido en carnes, no tarda en hacer amigos.

Los deseos del chaval pronto se ponen de manifiesto cuando ve a un comunicador en un vetusto televisor en blanco y negro y dice que quiere ser como él y salir en la tele. Estamos a comienzos de la década de los setenta y Hans-Peter es capaz de imitar a las clientas del colmado que regentas sus abuelos maternos, Willi y Änne -Joachim Król y Hedi Kriegeskotte-. También aprovecha cualquier oportunidad para disfrazarse y en unos carnavales lo hace de princesa. Su madre siempre le inculcó que debía ser él mismo sin importarle los demás. Cuando las chanzas llegaban a un nivel demasiado alto, quitándose la peluca dijo airado que no era una niña y que simplemente iba enmascarado de princesa.

La existencia feliz se truncó de repente con la enfermedad de su abuela Änne y posteriormente la de su madre, aquejada de una fuerte depresión. Hans-Peter intenta divertirla de muchas maneras hasta que una noche, con su padre ausente, Margret ingiere una importante cantidad de barbitúricos antes de que el niño se acueste junto a ella. Por la mañana advierte la gravedad de la situación, pero los empeños por salvarla resultaron vanos. Ahí cobra más importancia la frase que representa una constante en este biopic: hay que esforzarse más. Al protagonista siempre le ha perseguido la duda de si su madre pudiera haber seguido con vida si él se hubiera llevado a cabo un esfuerzo mayor. Tras la pérdida, el padre reclama a sus progenitores, Bertha y Hermann -Ursula Werner y Rudolf Kowalski- para que vengan a cuidar del crio.

Esta producción supuso un amplio éxito de público en Alemania, superando incluso los tres millones de espectadores. A ello ha influido decisivamente la figura de Hape Kerkeling, cuyo libro autobiográfico en que se basa el filme vendió más de un millón de ejemplares. También hay que reseñar el prestigio de la guionista Ruth Toma y, sobre todo, el de la directora Caroline Link. La cineasta de Nauheim se alzó con un Oscar a principios de este siglo a partir de otra autobiográfica, la de la escritora germana Stefanie Zweig.

Ante todo, la responsable de esta propuesta se ha centrado en el joven Hans-Peter. Es el personaje más certero y también el que está mejor dibujado en un conjunto general de roles bastante superficiales, incluidos su hermano mayor Matthes -Jan Lindner-, o sus tías Gertrud -Elena Uhlig- y Lisbeth -Birge Schade-. El joven Julius Weckauf, en su primer trabajo cinematográfico, se muestra adorable. Más dulce que simpático, su aportación es tal que podríamos pensar que realmente se trata del propio Hape Kerkeling cuando apenas tenía diez años. Desde el punto de vista técnico, Caroline Link efectúa un trabajo impecable. Tanto en exteriores como en interiores mueve la cámara con soltura y capta cualquier detalle con la aportación de la cámara de Judith Kaufmann. Además, subraya su propuesta con éxitos musicales del momento y una banda sonora de Niki Reiser casi siempre discreta excepto cuando suena el vals más representativo.

Fuera de Alemania hay detalles que pasan más desapercibidos, como la imitación que Hans- Peter lleva acabo de intérpretes de la época. A cambio, la directora consigue que veamos su película casi siempre con una sonrisa. A falta de mayor profundidad en los personajes, aporta una puesta en escena sensible sin caer en ningún momento en sentimentalismos o en emociones exageradas que restarían valor a un filme de factura impecable y de contenido un poco más discutible fuera de su país.

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