Tan cerca, tan lejos (Deux moi) (**1/2)

Chico desconoce a chica

Dos treintañeros viven en el mismo distrito parisino, puerta con puerta, pero no se conocen a pesar de que visiten los mismos lugares. Son dos víctimas de la incomunicación que domina en las grandes ciudades en una época conde la conexión es tan fácil como apretar un botón en nuestra computadora.

Uno de los postulados recurrentes en las comedias románticas es el hecho de que chico conoce a chica, o viceversa. Un cineasta veterano, como Cédric Klapisch, que se ha caracterizado por sus correctas películas en las que nos propone encuentros en París o Nueva York, es quien lidera el no encuentro en esta propuesta.  La impersonalidad de la gran ciudad marca el devenir de sus dos protagonistas, dos treintañeros que viven prácticamente ventana con ventana en el mismo barrio de la capital francesa.

Es un ejercicio cinematográfico más norteamericano que francés, donde los psiquiatras cumplen una función importante. Aunque se trata de una comedia, no se aproxima a Woody Allen ya que, como sucede en otros títulos, como en la oscarizada Gente corriente, la ópera prima de Robert Redford, hay un trauma que no deja explayarse a los protagonistas. Klapisch ha recurrido a dos de sus intérpretes principales de su film anterior, Nuestra vida en la Borgoña, François Civil y Ana Girardot, para dar vida respectivamente a Rémy Pelletier y Mélanie Brunet.

Ambos toman los transportes colectivos prácticamente a la vez e incluso llegan a coincidir sin mirarse en la tienda de Mansour -Simon Abkarian-, quien les recomienda siempre los productos más caros tras advertirles que son los que mejor se adaptan a sus gustos. Les aconseja a ambos que acudan junto a un cuñado suyo que da clases de un baile llamado konpa, pero Rémy y Mélanie son dos vecinos desconocidos. Acuden regularmente al psiquiatra. Él a la consulta de un veterano, François Berléand- y ella a una profesional bastante más dinámica -Camille Cottin-. Cuando aquel se jubila, acuden a la fiesta sus mejores clientes. Tiene lugar poco después de que el médico consiguiera, por fin, saber los motivos por los que a su cliente le resultaba tan difícil relacionarse con los demás.

Cada uno de los protagonistas tiene su personaje próximo. El del hombre es una colega de color llamada Djena -Eye Haídara-; la de la mujer es su hermana pequeña Capucine -Rbecca Marder-. Mélanie no pone obstáculos a la hora de acudir a Tinder para buscar relaciones cortas. Tiene aventuras efímeras y le sigue ahuyentando una relación duradera. Rémy ni una cosa ni otra. Uno de ellos puede salir al balcón a fumar un cigarrillo y el otro encontrarse en una ventana adyacente que parecerán dos tipos que parecen entresacados de historias distintas.

En una ciudad superpoblada como París, donde las nuevas tecnologías y las grandes empresas como Amazon coexisten con las tiendas del barrio, dos personas pueden vivir en el mismo portal, e incluso en el mismo rellano sin encontrarse de cara. Será más fácil que tengan una conversación con cualquier habitante de las antípodas que con ellos mismos. Esa es la realidad que se constata en este largometraje cuya propuesta es muy superior a su desarrollo. Mucho mejor en el fondo que en la forma.

La radiografía que lleva a cabo el autor de un barrio medio de una ciudad como París resulta demostrativa de la realidad actual. Otra cosa es que la resolución sea más simple que su discurso. Tanto las imágenes como los personajes parecen siluetas o proyectos por terminar. Sin embargo, la idea última tiene tanta fuerza que muchos de sus defectos quedan olvidados por la sutileza empleada a la hora de recrear esa situación tan gélida que nos impone el trabajo y los bloques de cemento. Cuando los protagonistas superan sus traumas, se humanizan. Sólo entonces, y nunca antes, puede tener lugar su conexión. Que sea fructífera o no, está por determinar.