Adiós (**)

22Clanes en la Sevilla marginal

Un preso disfruta de permiso penitenciario para asistir a la primera comunión de su hija. Cuando regresa al penal un auto se cruza en su camino y la niña muere. Desde ese momento, tanto el padre como su familia, pertenecientes a un clan gitano relacionado con la droga, no cejarán hasta encontrar a los culpables.

Casi una década después de que el cineasta Paco Cabezas y el actor Mario Casas colaboraran por primera vez en un mismo proyecto –Carne de neón– ambos se han reencontrado en un thriller que se desarrolla en torno a Las 3.000, un barrio no oficial no oficial de la ciudad de Sevilla. Entre sus inmuebles se trapichea con la droga y no se oculta la violencia. La policía no es bien recibida en su interior e incluso los agentes tienen que hacer frente a pandillas intimidantes que les agreden con todo tipo de objetos.

Cabezas rodó nuevamente en España después de su asentamiento en la industria norteamericana. Vive en Los Ángeles y se ha responsabilizado de diversos capítulos de series de éxito, así como de largometrajes en los que prima la acción, como Tokalev, protagonizado por Nicolas Cage. El actor da vida a Juan Santos, un convicto de tercer grado perteneciente a una familia gitana que ha sido expulsada de Los 3.000 por otros dos clanes debido a que uno de sus hermanos violó el código ético. Su papel le ha exigido controlar el acento de la zona y firme un trabajo a la altura de sus mejores interpretaciones. Esa misma exigencia compete a Natalia de Molina, que vuelve a lucirse encarnando a una madre afligida.

Juan obtiene un permiso penitenciario para asistir a la Primea Comunión de su hija Estrella. Se le ve feliz con ella y con su esposa Trinidad. Por la noche, de regreso al penal, otro automóvil choca con el suyo y da como resultado la trágica muerte de la niña. El afligido padre sospecha de los otros dos clanes rivales, los Fortuna y los Taboa y se dispone a cumplir la correspondiente venganza cuando encuentre a los culpables. La investigación adopta la forma de thriller, con dos policías que presentan opciones diversas en la trama. Ruth Díaz encarna a una agente legal que descubre una trama corrupta dentro del cuerpo que afecta, entre otros, al hijo de su compañero -Carlos Bardem-.

Le ha echado valor Paco Cabezas, que ha optado por un paréntesis en su trabajo en Estados Unidos para rodar un filme de género en España, con mucho menos presupuesto, aunque bastante ambicioso. Alterna aciertos con errores, alcanzando sus mejores cotas en las secuencias de enfrentamientos callejeros con los agentes del orden y en su retrato de las malas calles sevillanas. Utiliza tres temas musicales para proporcionar mayor ritmo a su propuesta. Las elipsis funcionan, pero se nos antojan demasiado largas. Entre las canciones destaca Me quedo contigo, con la que revolucionó Rosalía la última entrega de los Goya, y a la que previamente había recurrido Carlos Saura en Deprisa deprisa, aprovechándose de la versión original de Los Chunguitos.

Aunque conforme avanza el largometraje es más interesante el trabajo de su director, el guion se vuelve más convencional. Los diálogos no deparan ninguna frase para el recuerdo, ni tampoco la composición de los personajes ayuda por mucho que los actores se entreguen, como la líder de la familia Santos -Mona Martínez-, que ejerce su matriarcado con autoridad, decisión y compromiso. Al igual que su hijo mayor, gracias al cual Vicente Romero firma un personaje que, aunque lleno de estereotipos, consigue ser convincente.

La composición de exteriores resulta notable, amparado por la fotografía realista de Pau Esteve Birba, muy decantada hacia los colores fríos. La trama intenta ser novedosa y complicarse por la presencia de las dos bandas que se disputan, aunque de momento coexistan, en Las 3.000 y el clan al que pertenece el protagonista. De repente, todo se vuelve simple hasta permitir que la puesta en escena y la interpretación destaque sobre los demás aspectos del filme.