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Legado en los huesos (**1/2)

5 diciembre 2019

Secretos heredados

La inspectora Amaia Salazar es madre de un niño y cuando se reincorpora a su trabajo en Pamplona tiene que afrontar un caso de expolio en una iglesia. Al regresar a Elizondo se le suma una serie de asesinatos rituales que parecen remontarse en el tiempo y que afectan directamente a su familia.

La segunda entrega de la Trilogía del Baztán, escrita por Dolores Redondo, nos devuelve a los personajes ya conocidos gracias a El guardián invisible en un thriller de diversas aristas, pero con un desarrollo fílmico superior. La acción trascurre a caballo entre la capital navarra y Elizondo, localidades separadas por apenas sesenta kilómetros. Su rodaje se simultaneó con la tercera y última entrega, Ofrenda a la tormenta.

Un año después de los sucesos del volumen inicial, la inspectora Amaia Salazar -Marta Etura- se reincorpora a su puesto tras haber dado a luz un bebé. Previamente, una secuencia inicial nos transporta siglos atrás, cuando el Valle del Baztán se suponía que era territorio abonado de brujas y que, por tanto, eran perseguidas y quemadas en la hoguera por mandato de la Inquisición. El primer caso con el que se encuentra es el de una expoliación cometida en una iglesia a la que su superior -Pedro Castelblanc- no quiere dar publicidad.

Paralelamente, surgen una serie de suicidios con apariencia ritual que dejan siempre la misma palabra Tarttalo y una enigmática misiva para la protagonista. La apalabra en cuestión hace referencia a un ser de la mitología vasca, cíclope antropomorfo, de comportamiento terrorífico y antropófago. Amaia Salazar se ve obligada a retornar a su pueblo natal y reencontrarse con su familia, especialmente su tía Engrasi -Itziar Aizpuru-. Aparte de otros roles recurrentes, encarnados por Manolo Solo y Paco Tous, aparecen otros dos personajes relevantes, el juez Markina -Leonardo Sbaraglia- y el Padre Sarasola -Imanol Arias-, eminente psiquiatra muy valorado en el Vaticano.

De vuelta al valle y con el río Bidasoa (Baztán) a punto de desbordarse, el personaje central se enfrentará a una serie de crímenes y a un círculo que se estrecha sobre ella y que señala directamente a Rosario –Susi Sánchez-, su propia madre. Tendrá que convivir por tanto con las dos investigaciones y su vida familiar, ya que ha pedido a su comprensivo marido James –Ben Northover- que le acompañe para cuidar juntos de su bebé.

Como sucede en toda esta trilogía literaria, la realidad actual se hermana con la mitología de la zona. Ahora le toca el turno a la brujería, el mencionado Tarttalo e incluso a los agotes, una comunidad proscrita en la zona, cuyos varones solían ir tocados con un gorro o sombrero rojo. A sus descendientes se les achaca la irrupción en las iglesias. Además, el relato hace referencia a la Clínica Universitaria de Navarra, centro relacionado por el Opus Dei. Por su prestigio, se afirma que no es conveniente airear una situación que afecta directamente al Padre Salazar.

Como en la anterior entrega, Luis Berdejo se ha hecho cargo del guion y esa es la parte más endeble del filme. Hay muchas cosas que contar, según la narración original de Dolores Redondo y no se han sabido simplificar lo suficiente como para hacerlo más compacto y evitar las fisuras que muestra la transposición a la pantalla. La referencia a los agotes se evapora prácticamente desde su primera referencia para dar más importancia, la que en realidad requiere, a la línea principal. La misma que redobla el protagonismo del personaje central y convierte a Elizondo, con apenas cuatro mil habitantes, en el centro del mundo.

De igual manera queda solamente insinuada la atracción física que el juez Markina muestra por la inspectora, al tiempo que el personaje del enviado del Vaticano se nos presenta irregular y con lagunas en su dibujo. No afecta a la interpretación coral, notable en la mayoría de los casos. Marta Etura se supera con respecto a El guardián invisible y sale tan bien parada Susi Sánchez dando vida con brillantez a un personaje complejo. También es destacable Carlos Librado Nene  como el subinspector, al tiempo que se marginan otros caracteres con mayor importancia en el capítulo anterior, como Flora –Elvira Mínguez-, la hermana de Amaia y Aloisius Duprée – Colin McFarlane-, el mentor de la protagonista con el que se comunica a través de Internet.

La película gana porque la dirección de Fernando González Molina es bastante notable. Suple con habilidad algunos extravíos del guion y consigue imágenes certeras, como las desarrolladas en la nieve y, sobre todo, las de la enorme riada. Una persecución en un hospital abandonado también resulta muy creíble. Más discutibles son algunos planos cenitales. El uso del dron parece que ha llegado para quedarse, al tiempo que los flashbacks no resultan tan eficientes. Se recupera a Miquel Fernández como padre de Amaia, si bien en algunos casos parecen redundantes o, cuando menos no tan necesarios para la comprensión del argumento.

From → Cine

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