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Midway (**)

5 diciembre 2019

La batalla que ganó una guerra

Después del ataque a Pearl Harbor la fuerza naval estadounidense quedó mermada. Si querían variar el curso de la guerra a la que habían entrado tras el envite japonés necesitaban conocer de antemano los planes del enemigo y obtener una victoria contundente. La batalla de Midway fue determinante para el dominio del Pacífico.

En cualquier libro de historia se pueden consultar el nombre de los personajes más determinantes en la batalla de Midway, así como sus cargos correspondientes. Ya se encarga la película, en sus observaciones finales, de ofrecernos un curso acelerado al respecto. Con unos efectos de sonido espectaculares, probablemente los mejores del año con diferencia, Roland Emmerich recrea ese pasaje histórico que ya fuera llevado a la pantalla en 1976 por Jack Smight con un reparto más contundente y atractivo encabezado por Charlton Heston y Henry Ford.

Reseñemos las personalidad y actores más importantes de esta propuesta: Dick Best -Ed Skrein, Edwin Layton -Patric Wilson-, Almirante Chester W. Nimitz -Woody Harrelson-, teniente Wade McClusky -Luke Evans-, el teniente coronel Jimmy Doolittle -Aaron Eckhart- y William Bull Halsey -Denis Quaid- por lo que se refiere a los estadounidenses. En cuanto a la facción japonesa, los más importantes son el contralmirante Tamon Yamaguchi -Tadanobu Asano- y el almirante Isoroku Yamamoto -Etushi Toyokawa-, a quien se le hace responsable de la frase que hacía alusión al despertar del gigante dormido como calificaba a los norteamericanos.

El cine de Emmerich se relaciona con largometrajes de catástrofes, lleno de efectos CGI que apoyan imágenes de destrucción masiva. Nadie como él ha derribado la Casa Blanca gracias a Independence Day. Lo que importa es abrumar al espectador y jugárselo todo a la exageración. Los roles pasan a un segundo, o tercer plano. Las historias dramáticas que aportan cierta intimidad se construyen a base diálogos planos y reciclados de otras propuestas anteriores. En principio, no se podía esperar otra cosa de esta cita.

La sorpresa está en el inicio. Estados Unidos se mantenía neutral en la contienda hasta que se produjo el inesperado ataque a Pearl Harbor. La película ofrecía una dimensión distinta a la prevista. Las imágenes resultaban convincentes, el sonido nos envolvía y hasta los trucos visuales resultaban muy efectivos. Quedaban casi dos horas hasta el desenlace y se suponía que un enorme valle hasta llegar al enfrentamiento en Midway. El novato Wes Tooke apuntaló el guion con más secuencias bélicas, lo que permitía mantener la emoción, al tiempo que construía unas historias personales que bajaban el listón tan en picado como los ataques kamikazes.

El protagonismo se le concede a Dick Best, el único hombre que abatió más de un portaaviones enemigo el mismo día. Arrogante, chulo y egocéntrico, representa el prototipo del oficial de la aviación estadounidense cuya personalidad queda amainada, afortunadamente, por la presencia de su esposa -Mandy Moore-. La mujer que rehúye quedarse en su casa para escuchar las noticias de la guerra representa el contrapunto del que discute las órdenes de sus superiores y del que se dice algo tan manido como con tipos como él se ganan las guerras. McCklusky es la cara de una moneda similar y poco nos importa el sarpullido de Halsey o la aceptación por parte de Nimitz de las suposiciones de Layton respecto al lugar en el que se encontraría el grueso de la flota japonesa el 4 de julio de 1942.

Los enfrentamientos, que se extendieron a lo largo de tres días, se llevan a la pantalla con gran despliegue de medios técnicos, pero ya no impresionan tanto. Los habíamos visto con anterioridad en el ataque a Pearl Harbor solo que ahora se magnifican mucho más. Hay tantos aviones en el cielo y tantos disparos desde tierra que tenemos la impresión de que estamos jugando a los marcianitos en nuestra videoconsola. Por muy mal que apuntemos, ya nos cargaremos alguno. La partitura de Harald Kloser y Thomas Wanker colabora a que el conjunto resulte impactante.

Si escarbas, sientes nostalgia de la cinta de 1976, con su imaginación y su pléyade de estrellas. La propuesta de Emmerich permite que los buques se noten y que la aviación sea creíble. Los destrozos no tienen límite y ver a un aeroplano romperse en varios pedazos junto a la quilla de un destructor tiene su aliciente. Lo mismo sucede con las explosiones causadas por las bombas o los torpedos en los portaaviones. Mucho hierro y nula presencia humana. Aquí mueren muchos, pero no se ve morir a nadie, lo que no deja de ser un contrasentido. Exceptuamos un quemado y algunos personajes colaterales, como el caso de Bruno Gaido -Nick Jonas-. Arrojado por la borda de un buque asiático.

Este episodio bélico constituye el mayor éxito de la Marina estadounidense. Es lógico que saquen pecho. Los japoneses son muy malos, e incluso bárbaros. Ellos sí que matan, especialmente a la población civil cuando invadieron China. En un notable afán de patriotismo de las Barras y Estrellas, sus enemigos llegan a decir que son menos valientes que sus pilotos para cambiar de opinión poco después: son muy valientes, pero tienen unos aviones muy malos. No se salva ni John Ford, que fue condecorado y ganó un Oscar al mejor documental por encontrarse en medio del conflicto con su cámara. Mientras, Emmerich a lo suyo, diseñando secuencias de destrucción masiva, tirando de ordenador y envolviéndolas con el mejor sonido posible.

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