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Próxima (Proxima (***)

9 diciembre 2019

Una madre en el espacio

Sarah es elegida en el programa espacial europeo para viajar a Marte. Eso significa estar más de un año alejada de su hija Stella, una cría de siete años a quien debe de dejar con su ex marido. Para una madre absorbente la situación no es la más halagüeña y desemboca en un conflicto con su hija.

La mayoría de las películas centradas en la aventura espacial, exceptuando las sagas que de inmediato nos vienen a la mente, suelen ofrecer un conflicto dual. En su día, 2001: una odisea del espacio- planteaba el enfrentamiento entre el hombre y la máquina. No han quedado exentos títulos como Enemigo mío terrícola y alien-, Elegidos para la gloria -aviación y carrera espacial, Gravity -hombre y mujer-, Interstellar -piloto y científica- y la más reciente Ad Astra -padre e hijo-. Ahora le toca el turno a una versión más femenina y feminista, la que propone Alice Winocour, quien fuera coguionista de Mustang, Goya a la mejor película europea y candidata al Oscar en su día.

En este caso se plantea la relación madre e hija representada por una astronauta, Sarah Loreau -Eva Green, y su hija Stella -Zélie Boulant-, de solo siete años y que, con sus problemas de dislexia se enfrenta a un probable fracaso escolar. La mujer adulta forma parte del programa espacial europeo y ha sido elegida para una misión llamada Próxima que trata de llegar a Marte. Será un año de viaje precedido por una instrucción muy severa y exigente y una cuarentena absoluta. Por eso le pide a su ex marido, que también trabaja en la Agencia, -Lard Eidinger- que se haga cargo de la niña en su ausencia junto a una educadora, Wendy -Sandra Hüller-.

La pequeña, muy unida a su madre, pone toda clase de trabas, incluso alude a su gata Laika aduciendo que su padre tiene alergia a los felinos, lo que no es cierto. La relación entre ambas mujeres comienza a sufrir por el trabajo de Sarah quien, desde pequeña, cuando se colocó una lámpara en su cabeza a modo de caso espacial, soñaba con ser astronauta. Ahora le ha llegado la gran oportunidad de su vida y será la única mujer aceptada para la misión. Un detalle que no pasa desapercibido a nadie y que le obligará a soportar ciertas alusiones bastante machistas.

La primera de estas situaciones llega por uno de los otros dos tripulantes de la nave en que partirán rumbo al Planeta Rojo. Se trata del estadounidense Mike Shanon -Matt Dillon-, quien en el acto de presentación sostiene que está encantado de que le acompañe una francesa, porque sus mujeres tienen fama de buenas cocineras. Con ellos partirá un representante ruso -Jan Oliver Schroeder- con bastante menos protagonismo, pero que es el peaje al lugar en el que se lleva a cabo el adiestramiento de los tripulantes. Juntos tendrán que pasar un auténtico suplicio debido a las pruebas a superar para conseguir la mayor experiencia posible. Unido a la relación que se deteriora por momentos con Stella, la responsable Sarah vivirá un auténtico martirio.

Existe una evidente dependencia entre la madre y su hija. Un invisible cordón umbilical que se rompe debido a la profesión materna, porque ha llegado un momento en el que las mujeres pueden desempeñar el mismo trabajo que un hombre. Parece entenderlo así el propio Mike Shanon ya que, de las irrespetuosas palabras iniciales y el desdén de su esposa hacia la protagonista, pasa a entender sus crisis y a convertirse en su mejor soporte en los momentos más difíciles. Las dificultades son máximas y Sarah tiene ante sí un gran dilema que le obligará tomar decisiones imprevistas.

La escenografía es muy aceptable. La puesta en escena no desentona con la de una producción de gran presupuesto y los actores cumplen con nota, especialmente una entregada Eva Green que tiene su contrapunto en Matt Dillon. Ambos se entienden a la perfección y consiguen hacer muchos más coherentes unos personajes que ofrecen sus pasajes más débiles en ciertos fragmentos de un guion con puntuales defectos y contrasentidos. Por ejemplo, pensar que en un centro aeroespacial no funciona bien WIFI, o las constantes idas y venidas de los familiares de los astronautas a Colonia o una ubicación alejada de Moscú como quien coge un autobús y va de un barrio a otro contiguo en cualquier ciudad.

Un trabajo ambicioso que se ve completado con el talento de Winocour, recompensado con el Premio Especial del Jurado en la pasada edición del Festival de San Sebastián. La directora sabe ocultar las deficiencias del proyecto, y acierta igualmente en el aspecto feminista de la propuesta. Sarah es mirada con recelo por los hombres, máxime por la profesión de que se trata, e incluso por las mujeres florero. No así por aquellas que aspiran manifiestamente a la equidad. Sucede con la empleada del centro espacial ruso, que la trata con respeto y compañerismo haciéndole notar con orgullo que allí estuvo antes Valentina Tereshkova, la primera mujer de la historia que viajó al espacio.

From → Cine

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