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El reflejo de Sibyl (Sibyl) (**)

7 enero 2020

El reflejo de Sibyl – Pasión al pie del volcán

Una terapeuta decide restringir el listado de sus pacientes para dedicarse a la literatura, que es su gran pasión. La irrupción de una actriz de vida tumultuosa provoca un cambio radical en su vida. Tanto, que en sus confesiones encuentra un material absorbente que toma como núcleo central para su próxima novela.

Se preveía un duelo de interpretación femenino entre dos personajes que, en principio, parecían dos caras de la misma moneda. La propuesta de Justine Triet nos presenta a una terapeuta que se queda embelesada con una paciente porque puede servirle como fuente de inspiración para su nueva novela. Al mismo tiempo, la joven a la que trata solo es capaz de cumplir con su trabajo si la doctora está delante. Una situación que desde París las lleva a la isla de Estrómboli, con el volcán activo que la preside.

No es casualidad que los personajes principales se desplacen al mar Tirreno, concretamente a la llamada Tierra de Dios por Roberto Rossellini, donde filmó en 1950 a Ingrid Bergman en uno de los filmes más celebrados del cineasta. También la historia de Triet tiende hacia el melodrama, y cuando lo hace se vuelve más vulgar, tanto en la planificación como en lo que sucede en la pantalla. El caso es que como la profesora de filosofía de Otra mujer, la cinta de Woody Allen -1988- Sibyl –Virginie Efira- decide dejar a un lado su actividad profesional para escribir y termina inspirándose en aquello que tiene más próximo.

Se trata de una terapeuta que decide quedarse con cinco pacientes y retomar su pasión literaria. El síndrome del folio en blanco está presente hasta que surge la figura de Margot Vasilis –Adèle Echarchopoulos-, una actriz de vita tumultuosa que rueda una nueva película a las órdenes de Mika -Sandra Hüller-, una directora germana. La protagonista consiguió el papel por imperativo de Igor –Gaspard Ulliel-, el intérprete principal en la ficción. No solo es el novio oficial de Mika sino que ha dejado embarazada a Margot.

Como sucedía en el film de Allen, en el que la protagonista se inspiraba en las sesiones de psicoanálisis de la consulta contigua, también Sibyl encuentra el foco para su próxima obra en las confesiones de su paciente. Ambas mujeres se necesitan y la actriz solicita la presencia de su terapeuta en el rodaje porque, de otra forma, no puede sacar adelante su personaje ante la desesperación de la cineasta.

En lugar de construir una historia lineal, Justine Triet nos lleva por diversas capas que si en ocasiones enriquecen la propuesta en otras le ponen evidentes zancadillas. Se ofrecen tres aspectos fundamentales que tienen que ver con el mundo onírico, el real y el de la ficción literaria. Tal es el galimatías que Sibyl tiene en la cabeza que se convierte en alcohólica después de un triángulo amoroso que se convierte en cuadrado y que termina de arrojar por la borda cualquier cohesión entre unos personajes femeninos empeñados en remar en direcciones distintas.

La propuesta es elegante y deja un buen poso de interpretación en las tres actrices principales. Virginie Efira cuaja su mejor actuación ante las cámaras, entregándose sin miramientos a un personaje complejo, con pasajes de fuerte erotismo. Demuestra que se puede apostar por ella en el drama incluso más que en la comedia. La protagonista de La vida de Adèle sigue quemando etapas con paso firme y con papeles de carácter, mientras que la personalidad de Sandra Hüller destaca en cuanto aparece en pantalla.

Se suponía que con esos postulados ya no hacía falta embrollar más la historia, pero su responsable se ha empeñado en dar vueltas de tuerca constantes en cada secuencia. De la vida familiar se Sibyl al amor de juventud que se identifica con el amante de su novela. Sus concesiones en Estrómboli parecen igualmente exageradas y con todo ello la propuesta se complica al mismo tiempo que se enrosca y se vuelve compleja hasta rozar el absurdo. Las mayores licencias se efectúan precisamente en el guion y son tantas que se solapan. En el intento de completar una historia redonda, y al mismo tiempo llena de múltiples aristas, Triet nos lleva a situaciones barrocas que no aportan excesivas ventajas.

From → Cine

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