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Ema (***1/2)

26 enero 2020

Fuego Hipnótico

Una joven bailarina decide separarse de su pareja, un coreógrafo, después de que hayan decidido devolver al hijo que habían tomado en adopción. Desesperada por habérsele privado de su deseo maternal, recorre las calles de Valparaíso en busca de amores y de ejecutar un plan de cuya finalidad no se aparta en ningún momento.

Un edificio se quema y la figura de una mujer bien pertrechada con un lanzallamas se recorta en la noche. Sobre un escenario, un grupo mixto y numeroso de bailarines ejecutan una coreografía moderna con tintes folclóricos. Sus siluetas se recortan ante un fondo que representa un sol ardiente. Una atracción irrefrenable, pero también el fuego interior que consume a la protagonista del último film del chileno Pablo Larraín.

Ema -Mariana di Girolamo en su primer papel protagonista- forma parte de ese cuerpo de baile y también es la portadora del lanzallamas. Está unida sentimentalmente a su coreógrafo, Gastón, veinte años mayor que ella, a quien encarna Gael García Bernal, uno de los actores de referencia del cineasta. Ambos han adoptado un hijo de procedencia colombiana, Polo, que ha sido el responsable del incendio en el que se quemó la cara la hermana de la protagonista. Motivo suficiente para devolverlo, pero Ema se siente insatisfecha.

Larraín no elude acusaciones directas en el texto, como tampoco evitará más adelante comportamientos al límite. Gastón no puede tener hijos y su pareja le define como un condón andante. Ella quiere ser madre, y no le importa que su hijo recorra toda su piel. Su pretensión pasa por recuperar al crío por mucho que la representante asistencial le diga que es imposible. La convivencia con el coreógrafo se deteriora. También se rompe la relación por parte de otras compañeras de baile quienes le acusan de no estar en contacto con la realidad y que desconoce lo que sucede en la calle.

Es el momento de poner en marcha un plan imposible. Ema comienza a deambular por las calles de Valparaíso mientras diseña su plan de acción. Con sus compañeras más próximas baila reggaetón en espacios públicos. Cuando Gastón las ve se lo recrimina. Sostiene que ese ritmo machacón encaja con las cárceles para que los internos se olviden de todo y piensen únicamente en las drogas y el sexo. Una amiga de su ex pareja se lo rebate y le habla de unas expresiones corporales que son capaces de excitar al público. Juega un papel importante la partitura de Nicolás Jaar y Tomassa del Real.

La sensualidad comienza a inundar la pantalla si no lo había hecho ya. Ema y su núcleo duro de compañeras y amigas no rehuyen orgías bisexuales mientras el personaje central continúa adelante con su idea sin importar lo que deje en el camino. Se aprovecha de todo y de todos mientras se aproxima sexualmente a los nuevos padres adoptivos de Polo. Se acuesta con ambos por separado y conoce que la abogada Raquel -Paola Giannina-, diez años mayor que ella, no puede tener hijos. Todo lo contrario que Aníbal, su marido -Santiago Cabrera-.

Tampoco le importa ganar menos dinero si encuentra un trabajo que le acerque al niño. Su obsesión por la maternidad se vuelve febril mientras sigue descargando adrenalina con el lanzallamas, ahora jaleada por sus colegas. El guion cierra de alguna manera el círculo identificando a Aníbal con un bombero. Tampoco se olvida de ofrecer más pinceladas sobre la personalidad de la protagonista. Ella hace y deshace con su cuerpo, y sin embargo arrastra del pelo a una bailarina que se había encamado con Gastón. Cuando hace el amor con él a continuación, su pensamiento en plena excitación se va a la madre adoptiva de Polo, a otras mujeres con las que se ha acostado, y a ella misma.

El autor se guarda el último as para el final, cuando lo contado anteriormente cobra sentido. Especialmente los devaneos aparentemente inconscientes de Ema. Hasta ese momento nos deja una buena cinematografía basada en colores realistas gracias una iluminación que difumina las sombras. Los diálogos no se dulcifican y cuando es necesario se sustituyen por imágenes que tampoco dejan demasiado a la imaginación. Desde las más tiernas con las dos madres de Polo en un barco que recorre la bahía, o de manera más explícita en medio de una fiesta orgásmica entre mujeres.

El amor y el odio están presentes en una juventud que apuesta por el reggaetón. El coreógrafo posiblemente sea mayor para entenderlo. Sin duda, es la obra más arriesgado de Larraín y ese riesgo merece recompensa, aunque no alcance los niveles de No y El club. Este cineasta interesa mucho más cuando es libre y no se rige por las académicas normas de Hollywood, como sucedió en Jackie. Ahora prepara su regreso a tierras norteamericanas con Mark Ruffalo como protagonista. Esperemos que no ponga cortapisas a su libertad.

From → Cine

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