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Monos (***1/2)

19 febrero 2020

¿Por qué luchamos?

En lo más profundo de la selva colombiana un grupo de ocho niños guerrilleros, casi adolescentes, apodados Los Monos deben cumplir el cometido de vigilar a una doctora norteamericana que tienen como rehén. Cuando su misión comienza a peligrar aparece la desconfianza entre ellos.

La cámara nos lleva hasta la región andina de Colombia, y más concretamente hasta el Páramo de Chingaza. Los Páramos son ecosistemas tropicales de montaña que se encuentran a más de tres mil metros de altitud. El que nos ocupa se incluye en el Parque Nacional del mismo nombre y alberga la laguna homónima. A medida que avanza el caudal acuífero se hace cada vez más bravo y eso lo ha aprovechado el cineasta Alejandro Landes, además del vergel arbóreo de la zona en que ha situado su historia.

El comienzo es un tanto farragoso. Ocho chavales, con un AK-47 en sus manos, reciben órdenes de un paramilitar estricto apodado El mensajero encarnado por el ex guerrillero Wilson Salazar. La presencia de este último no es constante, lo que hace suponer que cuida de otros grupos similares por la zona. Estos se apodan Los Monos, aludiendo a la facilidad que tienen estos animales para integrarse en el entorno y camuflarse de manera efectiva. Atienden por sus motes, que se relacionan por su carácter o atributos físicos, desde Rambo a Lobo, pasando por Pitufo, Patagrande, Perro o Sueca.

Paulatinamente, entre imágenes en los que el autor de este trabajo se recrea, probablemente, demasiado, vamos esclareciendo la situación. Se trata de ocho guerrilleros pertenecientes a un conjunto autodenominado La Organización y que tienen como misión vigilar a una doctora norteamericana -Julianne Nicholson-. Cuentan con una vaca lechera llamada Shakira que ha sido cedida por los campesinos para ayudar a los revolucionarios. Cada componente de Los Monos tiene su propia personalidad, e incluso hay una pareja que declara su amor. Permite que en el relato no haya un solo protagonista como tal y que cada uno tenga su parcela de gloria. Conlleva un cierto nivel de distanciamiento.

Los chavales parecen aislados en una espesura casi virgen serpenteada por río que por momentos se convierte en peligroso. Recuerdan a los adolescentes de El señor de las moscas. En este caso, dudamos que sepan realmente los motivos por los que luchan. Desde luego, en la película se omiten. Aparecen como en terreno aislado y tienen una misión. Nada más. Ni siquiera cuando comienzan a surgir los problemas de relación, tras un incidente ocasional que desemboca en tragedia, se esgrimen argumentos políticos o de redención. Son ellos y sus respectivas circunstancias.

Nacido en Sao Paulo, pero afincado en Colombia, Alejandro Landes conoce bien la idiosincrasia de este país, incluidas las acciones de las FARC, y da por supuestas diversas claves que sus habitantes conocen, pero no así los que vivimos a miles de kilómetros de distancia. Otros aspectos son más generalistas, como los que rozan con el síndrome de Estocolmo, o el relajo que usualmente se produce cuando el cautiverio se prolonga en el tiempo. También sucede en este relato. Gracias a su paciencia y su sentido común logra escaparse y llega a tener en sus manos un arma. ¿El prisionero está capacitado moralmente para matar si no se trata de un mercenario?

Los chicos están a un paso de la pubertad. Descubren el sexo y se entregan a productos alucinógenos. Componen un grupo libertario dentro de La Organización. Tanto, que en un determinado momento deciden regirse por sus propias normas. La presencia intermitente de El Mensajero para instruirles y guiarles en la guerrilla ya no resulta imprescindible. No aparecen otros grupos similares por la zona, aunque el entorno se hace notar. Desde la superficie arbórea hasta el caudal de agua que va desde el remanso a la vertiginosa corriente llena de remolinos.

Landes le saca partido, como también a las nubes de El Páramo que se mantienen por debajo de las máximas altitudes de la zona. Su recreación por el paisaje y el detenimiento en este campo resulta loable, pero también tiene el efecto contrario de ralentizar la narración y exhibirse demasiado. Todo lo contrario que la magnífica partitura de Mica Levi, más conocida como Micachu en su faceta de cantautora. Un acierto haber contado con la nominada al Oscar por Jackie, que ha colaborado a la larga lista de premios que acumula Monos tras su paso por diversos certámenes, incluido el Premio Especial de Jurado en el Festival de Sundance.

From → Cine

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