Expediente Warren: Obligado por el demonio (The Conjuring: The Devil Made Me Do It) (**)

Expediente Warren: Obligado por el demonio – Secuela con homenajes

Ambientada en los años 80. Ed y Lorraine Warren deberán afrontar un nuevo caso que se presenta con un hombre, Arne Cheyene Johnson, que es acusado de asesinato tras haber sido poseído por un demonio. El hecho se produjo durante un exorcismo en el que se ofreció a cambio del hermano de su novia.

Es la tercera entrega de la saga, pero la octava si no cuento mal en el caso de que añadamos los spin-off. Michael Chaves fue el encargado de dirigir esta propuesta después de haberse responsabilizado de La llorona, y en ella asistimos a un nuevo capítulo de las andanzas de Ed y Lorraine Warren, encarnados de nuevo por Patrick Wilson y Vera Farmiga. Por ellos parece que no pasa el tiempo, especialmente en un vestuario demodé, que es fiel a la tradición de sus apariciones en la gran pantalla.

Los guiones de Expediente Warren se basan en diferentes hechos reales que los dos investigadores han ido recogiendo a través de los años. En esta ocasión datan de 1981, cuando el pequeño David Glatzel estaba poseído y era objeto de un exorcismo. En su transcurso, Arne Cheyene Johson -Ruairi O’Connor-, el novio de la hermana del chico, decide intercambiarse por él. Así sucede y finalmente será acusado de asesinato, con petición de pena de muerte por parte del fiscal, cuando mata a una persona bajo la influencia del diablo.

Los Warren intentan demostrar su inocencia mientras Debbie Glatzel -Sarah Catherine Hook- intenta ayudar a su prometido en todo lo posible. Incluso, estando a su lado en la enfermería del penal en los momentos más duros. La conclusión a la que llegan los investigadores es que alguien ha efectuado una maldición sobre tres personas, un joven, un enamorado y un hombre mayor, y que el altar construido se debe romper para destruir el maleficio. Finalmente, ellos expondrán su vida y serán objeto de ataques y persecuciones.

Para demostrar que Arne no era consciente de sus actos, buscan casos parecidos en la zona que, a través de su paralelismo, puedan servir de excusa. Colaboran con la policía y, una vez más, Lorraine demuestra sus dotes psíquicas, algo que transluce durante todo el metraje. Con la presencia de un ex sacerdote, el padre Kastner -John Noble-, logran atar algunos cabos y profundizar en sus pesquisas.

El desarrollo del film es irregular, con algunos momentos valle, especialmente a mitad de recorrido. Para entonces, ya hemos asistidos a diversos homenajes de títulos míticos del cine de terror. El exorcista es el primero, que se produce cuando un sacerdote llega a la correspondiente casa solitaria para el primer conjunto. Después, hay connotaciones de El resplandor, e incluso Arne mantiene un cierto parecido físico con el protagonista de La profecía. Pueden descubrirse más, incluía la muñeca Annabel, a quien también se referencia.

Aunque está lejos del original de James Wan, rodada en 2013, la película contentará a los fans. Hay algunos sustos bien introducidos y, una vez más en este tipo de producciones, vemos como los cuerpos de los poseídos se deforman o adquieren posiciones imposibles. Colabora a que llegue a buen puesto la excelente escenografía de Michael Burgess. Para mejorar el conjunto se hubiera necesitado alguna vuelta de tuerca al guion, aparte de modernizar el vestuario de la pareja principal, aunque en ningún momento perdiera su esencia.

Hay aspectos de la historia que, aunque chirríen, hemos de aceptar como válidos. Sucede, por lo general, en este tipo de propuestas. Los porqués de la línea principal y de la subtrama que afecta a dos muchachas que perdieron la vida poco tiempo atrás por los alrededores, no están definidos con nitidez. De todas maneras, y visto el resultado, bien pudiéramos deducir que la franquicia tiene todavía cuerda para rato.