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El libro secreto de Henry (The Book of Henry) (*)

12 diciembre 2017

Todo bien atado

Una madre soltera cuida a sus dos hijos, uno de los cuales, Henry, es superdotado. En la vivienda contigua vive un padrastro con su hija, quien alberga una serie de secretos que primero descubre Henry y más tarde corrobora su propia madre. Entre los dos intentarán sacarlos a la luz.

La última película de Colin Trevorrow es capaz de dejarnos a todos confundidos. Hasta tres géneros en uno cuyo argumento es muy difícil de contar salvo que destripemos alguna de las partes fundamentales del film, pero debemos hacerlo para que este comentario no se nos vaya de las manos como se le ha ido al director de Jurassic Park por culpa de un guion tramposo que justifica lo injustificable y de una puesta en escena triste que apenas saca partido a las posibilidades de una propuesta que, bien llevada, podría haber sido muy convincente.

Susan Carpenter –Naomi Watts- reside en una vivienda unifamiliar junto a sus dos hijos. Henry –Jaeden Liberher-, de once años, es el mayor y es superdotado. No solo se muestra como una lumbrera en el colegio, aunque no desea mudarse a otro centro más propio para su intelecto sino que lleva las cuentas de la casa y ejerce prácticamente de padre de su hermano pequeño, Peter –Jacob Tremblay-. Ella trabaja de camarera, junto a su buena amiga Sheila –Sarah Silverman-, mientras Henry se dedica a especular en Bolsa hasta el punto de que insiste a su madre que con sus ganancias puede dejar de trabajar y comprarse un coche nuevo.

El comienzo es la parte más agradable del film, rayando en la comedia dramática. Henry se hace querer, a pesar de su pedantería, Peter es un muchacho feliz de tener un hermano mucho más listo y que además le defiende, y Susan es una madre solícita y afectiva. Sheila parece la reencarnación de Amy Winehouse y sus duelos dialécticos con el joven protagonista tienen hacia ese optimismo que se destila en estos pasajes. Incluso, se extiende a las conversaciones con su compañera de trabajo, cuando ambas elucubran ser millonarias.

En la vivienda unifamiliar contigua vive Christina Sickleman –Maddie Siegler-, compañera de estudios de Henry, con quien parece tener una afinidad especial. Tanta, que Susan ve en ella a su futura nuera. El muchacho descubre que Glenn –Dean Norris-, el padrastro de la muchacha, abusa de ella. Aunque intenta convencer a la directora del instituto –Tonya Pinkins- para que tome cartas en el asunto, al tiempo que contacta con los servicios sociales, el hermano de Glenn, jefe de policía, no permite que los hechos sean de dominio público.

Entramos en la parte melodramática. El sufrimiento de Christina es una parte y otra el tumor cerebral que aqueja a Henry quien, a pesar de todo, urde un plan para asesinar a Glenn. Solo que las circunstancias requieren que sea su propia madre quien adquiera la escopeta y empuñe el arma en un lugar y en un momento determinado para eliminar cualquier pista que pueda delatarla. Así nos adentramos en el thriller pero, si en el paso anterior la película había perdido fuelle, ahora se desmorona. Naomi Watts hace lo que puede para sacar adelante su rol, y eso que hacer de madre angustiada se le da bastante bien, pero el personaje no da más de sí.

Bien podría haber tomado nota el guionista de La correspondencia, pero deja tantos cabos sueltos, incluida la presencia emergente del doctor David Daniels –Lee Pace-, que el film de Giuseppe Tornatore se antoja como una obra maestra. Desbarra el guion y no le anda a la zaga la puesta en escena. Se salva, eso sí, la partitura siempre agradecida de Michael Giacchino cuando predomina el piano, y el tema Your Hand I Will Never Let It Go, de Stevie Nicks, la ex de Fleetwood Mac. La primera vez que suena en la película, cuando Naomi Watts se arranca con el ukelele, parece metida a calzador y se disfruta más durante los títulos de crédito.

Al final, nos encontramos con una buena idea que se precipita por el camino de la mediocridad. El arranque parece que va a satisfacer a los más pequeños y que puede ser más que digerible para los adultos. A medida que avanza, se hace insoportable para los chavales y sorprendentemente desvariada para sus padres. La mezcla de estilos no funciona aunque los más optimistas siempre podrán decir que se han encontrado con tres largometrajes por el precio de uno. Es un problema cuando en la comedia no te ríes demasiado, tampoco aparecen las lágrimas en la parte del melodrama y pierdes interés por lo obvio cuando crece la intriga.

From → Cine

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