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La sombra del pasado (Werk ohne Autor) (***)

11 abril 2019

Nunca hay que desviar la mirada

En joven estudiante de arte en la Alemania del Este se enamora de una compañera de clase. El padre de ella no aprueba la relación, aunque la soporte. Ninguno de ellos sabe a esas alturas que los dos varones están unidos por un luctuoso hecho del pasado que tendrá su trascendencia en el futuro.

No se trata de una película biográfica como tal, aunque sí está basada en la vida del pintor Gerhard Richter, un artista muy personal, famoso por sus fotografías pintadas y su inclinación al abstracto. El propio Richter afirmó que su vida aparece distorsionada en el celuloide, pero la realidad es que el nuevo filme de Florian Henckel Donnersmarck fue seleccionado para competir por el Globo de Oro y el Oscar a la mejor producción de habla no inglesa. El autor de la cautivadora La vida de los otros y de la floja The Tourist repasa la realidad germana del siglo XX en una propuesta que se extiende más allá de las tres horas.

La biografía de Richter da pie al cineasta para que regrese al universo en el que mejor se desenvuelve. Especialmente en el período anterior a la caída del Muro de Berlín y a la diferencia de libertades según en que lado se encuentre. Por ejemplo, a su protagonista le insisten en la parte Oriental en que Picasso es decadente y antidemocrático porque el arte debe servir al pueblo. Por el contrario, una vez que se encuentra en la zona Occidental, su primera sorpresa se la lleva cuando asiste a una proyección de Piscosis. La moraleja que deja esta propuesta es que el Arte, con mayúsculas, no debe de someterse al conformismo y que, en cualquier caso, está por encima de cualquier totalitarismo.

La trama se desarrolla a través de cuatro décadas, desde 1937 en Dresde hasta los años setenta en Dusseldorf. Kurt Barnett vive en la Alta Lusacia de Sajonia. Es solo un niño cuando visita con su tía Elizabeth -Saskia Rosendahl- una exposición itinerante en Dresde titulada Arte degenerado en la que el Gobierno de Hitler quería demostrar la naturaleza enfermiza de autores como Van Gogh, Kandinsky, Mondrian y otros. Apasionada de la música y las artes audiovisuales, Elizabeth pronunció una frase que constituyó uno de los lemas principales en la vida de su sobrino: Nunca desvíes la mirada porque todo lo que es verdadero tiene belleza.

Kurt -Tom Schilling- observa en primera persona los horrores de la guerra, especialmente en Dresde, ciudad completamente devastada. Decide convertirse en pintor y en la Escuela conoce a Elizabeth Ellie Seeband -Paula Beer-, Entonces, ambos desconocen que el padre de ella, el profesor Carl Seeband -Sebastian Koch- fue uno de los miembros más destacados de la eugenesia nazi. Capturado por los rusos y posteriormente liberado al asistir el parto de un oficial soviético, había sido con anterioridad el asesino de la tía del protagonista tras acusarle de esquizofrenia.

Cuando Ellie queda embarazada, su propio padre provoca un aborto puesto que supone que Kurt puede manifestar la misma enfermedad que su tía y no quiere que su nieto herede ese problema. La pareja termina marchándose a Duseldorf, donde él miente con su edad, rebajándola en tres años, para ser aceptado en Escuela de Arte. Su esposa encuentra empleo en una fábrica de ropa y, a pesar de los intentos por tener descendencia, a ella se le diagnostica que no puede ser madre a causa, seguramente, del aborto practicado por su padre.

Los hechos narrados en el filme, adaptados de un libro sobe Richter, concuerdan con la biografía de éste y las vivencias junto a su primera esposa. Una historia río que muestra distintos altibajos, incluso en la puesta en escena, en los que el arte y las atrocidades cometidas por los nazis ocupan la parte principal del relato, por encima de una historia de amor en cierto modo bastante más convencional. Aunque se sigue con cierto interés, el metraje de la cinta se nos antoja excesivo. Máxime, cuando nos hallamos ante unos personajes bastante superficiales en los que no se profundiza como debiera si tenemos en cuenta la extensa duración.

El contenido, salpicado por estridencias musicales en las que la brillante partitura de Max Richter resulta más efectista que efectiva, es una lección de historia. Un drama que se adentra en la compleja Alemania durante buena parte del siglo XX. Pierde algo de fuerza por la naturaleza diabólica de Carl Seeband, perverso personaje cuya fuerza ahoga otras temáticas. Caleb Deschanel se muestra talentoso como director de fotografía, aunque no tiene culpa de la remarcada sensiblería que se respira en un largometraje con mimbres para ser más trascendente.

From → Cine

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