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Infierno bajo el agua (Crawl) (**1/2)

24 agosto 2019

Cocodrilos remojados

Una joven que pretende ser nadadora de élite se mete de lleno en la zona de influencia de un huracán devastador cuando intenta localizar a su padre. Lo encuentra herido en una zona complicada donde son atacados por voraces cocodrilos gigantes que, además, les impiden salir ilesos.

El título en español nos mete en harina. Aunque no sepamos nada más de esta propuesta firmada por el francés Alexandre Aja, ya intuimos pánico, mucha tensión y el líquido elemento, ya sea en el mar, una zona fluvial determinada o un lago afectado por corrientes especialmente peligrosas. Da muchas menos pistas el nombre original, Crawl, que nos remite al estilo de natación que practica la protagonista. Finalmente, se desarrolla en las aguas caribeñas que rodean a la península de Florida, donde los cocodrilos y los huracanes casi forman parte de su paisaje.

Kaya Scodelario surgió de El corredor del laberinto para incorporar ahora el personaje de Halley Keller, a quien encontramos de inicio participando en unos campeonatos de natación ocupando la última posta en una prueba de relevos. El estilo libre o crawl es su especialidad, lo que nos avanza que tendrá que utilizar todos sus recursos como ondina para salir adelante de los problemas que se le puedan presentar. Y no serán baladíes.

Todavía en el vestuario recibe una videollamada de su hermana mayor, Beth -Moryfidd Clark-, quien vive en Boston y no puede localizar al padre de ambas cuando las autoridades anuncian el desalojo de una parte de Florida a causa de un fuerte huracán. Desoyendo cualquier consejo, la nadadora se dirige hacia la zona afectada en la que consigue engañar a quien fuera novio de su hermana, el policía Wayne Taylor -Ross Anderson-, para adentrarse en la franja más problemática y que ya ha sido desalojada.

Primero se dirige a la casa en la que vive desde su separación, pero allí solo se topa con el perro Sugar. Esa es la razón por la que pone rumbo a la vivienda que compartieron sus padres, donde la presencia de la camioneta de su progenitor le ofrece la pista necesaria. Tras buscar por toda la casa, lo encuentra herido en un sótano inundado en el que no tardan en aparecer dos cocodrilos de gran tamaño para poner en jaque a Halley y a su padre Dave -Barry Pepper-. Fuera, los saqueadores representados fundamentalmente por Stan -Anson Boon- merodean para hacerse con el mayor botín posible.

Desde su aterrizaje en Estados Unidos el parisino Alexandre Aja nos ha dejado títulos comerciales, como Las colinas tienen ojos o Piraña 3D. Dos experiencias que, sin duda, han contribuido a sacar adelante con decoro el guion firmado por Michael y Shawn Rasmussen. La historia no se complica, pero su responsable se luce con todos los elementos a su disposición: una protagonista que cumple con creces, un ritmo que apenas concede descanso y unos efectos visuales que encajan perfectamente con el proyecto.

Agua y cocodrilos de gran tamaño. Esos son los dos argumentos principales para meternos el miedo en el cuerpo. Que le coman a uno da repelús y esa posibilidad hace que nos tensionemos cuando vemos las enormes fauces de los reptiles. Aja pretenden que su película sea el equivalente con esos animales de Tiburón. Son palabras mayores. Evidentemente, se queda por debajo del nivel marcado por Steven Spielberg, aunque puede presumir de haber conseguido un largometraje muy superior a lo que podríamos esperar antes de entrar en la sala de proyección.

El genio de Cincinnati es un recurrente en esta producción ya que Jurassic Park también aparece en el horizonte. Un mérito fundamental de esta puesta en escena es su ritmo ágil, casi frenético. Elliot Greenberg ha hecho un magnífico trabajo en la sala de montaje, consiguiendo revalorizar todavía más el filme porque el metraje final se queda por debajo de la hora y media. Habrá quien piense que todavía es exagerado porque hay momentos que se dedican a flashbacks de las relaciones familiares cuando Halley era una niña. Esos recuerdos cuando tienes un tiburón dispuesto a devorarte parecen traídos por los pelos.

Los reptiles están bien construidos, dan miedo y son creíbles. Una circunstancia fundamental para que el conjunto funcione. Con ellos y el agua se obtiene un ambiente claustrofóbico que impregna toda la película, especialmente desde que uno de los voraces animales pisa el teléfono de Halley, la única posible conexión con el mundo exterior. En ese sótano impracticable hay que distinguir entre la repulsa y el terror. Es la diferencia que hay entre ratas que aun no han huido de la inundación y los cocodrilos que se aprovechan de ella.

From → Cine

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