One Cut of the Dead (Kamera o tomeru na!) (***)

Zombis de celuloide
Durante el rodaje de una película de serie B de muertos vivientes se produce un verdadero ataque de zombis. El director, que había ordenado un parón el rodaje, regresa para insistir a toda costa que se grabe todo lo que está sucediendo en el plató habilitado para la filmación.
En Japón fue la gran sorpresa del año. Ultimada en solo siete días, su coste no llegó a los veinticinco mil euros y el boca a boca trasformó en éxito este largometraje que fue despedido con una extensa ovación en el pasado Festival de Sitges. Por mi parte, confieso que estoy muy lejos de que este género sea mi tipo de cine preferido, pero he de reconocer que la cinta tiene unos valores innegables, que ofrece frescura en un apartado en el que parece que hemos visto ya de todo y, especialmente, por el amor al cine que destila por los cuatro costados.
En una planta de filmación de agua abandonada el director Takayuki Higurashi -Takayuiki Hamatsu- lleva a cabo el rodaje de una cinta de muertos vivientes. Se muestra absolutamente exigente y arremete contra la actriz principal, Yuzuki Akiyama, acusándola de actuar y no de sentir el papel. La situación se vuelve tensa y provoca un parón para descansar en el transcurso del cual aparecen zombis reales dispuestos a hacer de las suyas. Los dos intérpretes principales, así como su compañera Harumi Shuhama, tienen que enfrentarse a las criaturas que ya han provocado la muerte del asistente de sonido.
Hay una leyenda urbana que habla de experimentos nazis llevados a cabo en ese lugar con la intención de revivir cadáveres. Probablemente ese sea el origen de la amenaza que se cierne sobre el equipo de filmación para hacer las delicias del director. Entusiasmado con las imágenes reales, que proporcionan verismo a su trabajo y saca los mejores gestos de sus actores, está empeñado en seguir rodando aun a pesar del evidente peligro. El título original del largometraje es Kamera o tomeru na!, que significa no dejéis de grabar.
Las circunstancias que rodean a los personajes centrales permitieron que el rodaje se llevara a cabo en una sola toma, apareciendo los títulos finales de crédito poco después de sobrepasada la primera media hora. La explicación es simple, ya que este trabajo cinematográfico era un encargo de una televisión, Canal Zombi para ofrecer al público en directo una historia rodada con un solo plano. En realidad, habíamos asistido como espectadores de lujo a una emisión a tiempo real conveniente ensayada y que, para los responsables de la cadena, ofrecía un importante riesgo.
Lo visto hasta entonces era una farsa y los excesos formaban parte de una producción imaginada de esa manera. De ahí que entendamos los gritos reiterativos de los no muertos y sus movimiento torpes y casi indefinidos. Hasta ese momento, todo daba la sensación de una puesta en escena cutre con una fotografía granulosa y una cámara al hombro que, de cuando en cuando, mostraba vaivenes llamativos. En modo alguno se justificaba la aureola que precedía a este primer trabajo de Shinishiro Ueda estrenado en España.
Tras los títulos que aparecen al tercio de la proyección todo cobra sentido. Retrocedemos en el tiempo y asistimos a la preparación y rodaje del filme, que precisamente se titula One Cut of the Dead, desde la elaboración del casting hasta el último plano. La comedia alcanza su punto máximo y se convierte en relevante. Un auténtico divertimento que implica a dos de los protagonistas. El director y una mujer que iba a ver la filmación se tienen que convertir en improvisados actores ante la imposibilidad de que dos de los intérpretes principales puedan sortear un atasco motivado por un accidente de tráfico. De esta forma, rememoran sus años de juventud, cuando hicieron sus pinitos como aficionados.
Todos los posibles defectos que se acumulaban inicialmente adquieren ahora valor y apoyan a la farsa. Se muestran algunos trucos del cine de terror y justifican ciertas acciones y sonidos que no se mostraron con detalle en el primer acto. Hablan muy bien del ingenio al que se debe recurrir cuando se ponen de manifiesto la falta de medios o las necesidades de un tipo de filmación determinado. La película está bien construida, con un guion hábil que se transforma en una especie de gran truco de magia explicado por el prestidigitador. Primero lleva a cabo la función y más tarde ofrece al público los pormenores. Motivos hay para que este trabajo sea tan popular, aunque no se aproxime a lo que es una obra de arte ni cumpla unas expectativas mayoritarias. Le vale el ingenio para convencer.