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La verdad (La vérité – The Truth) (***)

26 diciembre 2019

La petulante diva y sus mentiras

Una de las grandes divas del cine francés está a punto de publicar un libro de memorias y su hija, junto a su familia, regresan a su casa de París. El reencuentro servirá para revelar una serie de verdades ocultas y para que se ajusten cuentas del pasado. Hay resentimiento, pero también mucho amor.

La primera aventura del cineasta nipón Hirokazu Koreeda fuera de su país nos traslada hasta París, donde transcurre una historia rodada en francés e inglés con la colaboración en el guion de Léa de Dimna quien, por sus antecedentes y su profesión, suponemos que se habrá encargado de la traducción del original japonés. Posiblemente, rodar en idiomas con los que está menos familiarizado, haya sido el hándicap más importante para que el responsable de filmes como De tal padre, tal hijo, o Un asunto de familia, se haya quedado por debajo de las expectativas.

Aun así, Koreeda se revela una vez más como un autor fascinante. Su elaboración de cada secuencia es un pequeño milagro, moviendo a sus actores en cada decorado de una forma tan extrañamente simple como absorbente. La acción se desarrolla en la capital francesa, aunque podría tener lugar en cualquier ciudad del mundo en la que pudiéramos topar con una diva del cine que está punto de publicar sus memorias. En este caso, le corresponde a la petulante Fabienne Dangeville, que no sabe pedir perdón y piensa únicamente en ella. El tiempo pasa para los demás y nadie ha estado jamás a su altura artística.

El papel estaba pensado desde el inicio para Catherine Deneuve. Por mucho que ella afirme no estar identificada con el personaje, su carácter hierático, su altivez y eses estar por encima del bien y del mal concuerdan perfectamente con la imagen de la estrella que peor fuma ante una cámara por mucho que insistan sus directores en que se lleve a la boca un cigarrillo. Fabienne ya tiene en su mano el libro de memorias cuando llega su hija Lumir -Juliette Binoche-, guionista residente en Nueva York, junto a su hija Charlotte -Clémentine Grenier- y su esposo Hank -Ethan Hawke-, un actor alcohólico de segunda fila. En el texto se ha permitido bastantes licencias, mentiras adrede porque de esa manera es como quiere hacer públicos sus recuerdos.

La diva vive con Jacques -Christian Crahay- y cuenta con Luc Garbois -Alain Libolt como hombre de confianza dentro de su profesión. De su personalidad fría y cortante conocemos algunos detalles en la entrevista que concede al inicio y baste apuntar que a la anciana tortuga que pasea por su jardín le ha puesto el nombre de Pierre, el de su ex marido. En la actualidad rueda una película de ciencia ficción junto a una joven actriz a la que concede escaso valor por mucho que su hija la identifique con su gran amiga ya fallecida y que había compartido muchos rodajes con su madre.

Koreeda buscó una mansión, supuestamente ubicada en París, con una arquitectura y unos exteriores que muy bien podría haber importado de Japón. La historia transcurre en ella y en el set del rodaje en el que una muchacha decide viajar al espacio durante períodos de siete años porque se está muriendo y allá arriba el tiempo no pasa. La encontramos en un paréntesis, reunida con su propia hija -Deneuve-, visiblemente mucho mayor. Esta le pide que la lleve a las estrellas y encontrará como respuesta que con ochenta años todavía estará bien.

El autor vuelve a interesarse por la familia. La estudia a fondo y saca a relucir verdades ocultas y cuentas del pasado que están a punto de ajustarse. La relación madre hija es la más determinante, aunque no se sabe a ciencia cierta cual de ellas muestra un mayor resentimiento. El largometraje en curso puede ejercer como metáfora de la situación entre ambas, aunque ahí se notan ciertas costuras descosidas. Posiblemente, por problemas de idioma y su correspondiente traducción, si bien hay otros casos más extraños, como que no aparezca la presentación oficial del libro, sustituida por las jornadas de rodaje.

Otro aspecto que se puede incluir entre los menos brillantes es todo aquello que tiene que ver con los personajes masculinos. Da la sensación de que Koreeda no sabe qué hacer muy bien con ellos. Desde el alcohólico y cariñoso Hank hasta Luc, que decide despedirse para cuidar a sus nietos después de un altercado con la protagonista. Incluye también a Pierre, cuya presencia es bastante decorativa, y Jacques, empeñado en ofrecer platos italianos a los residentes en la casa. Tampoco la joven actriz, que representa el futuro parece construida de la forma más brillante.

Todo ello no quita para que el resultado final sea una buena película. Más que nada por el eficiente trabajo de su director, que esta vez se muestra en ese apartado muy por encima de su faceta de guionista. Propone la forma en que cada uno de nosotros pretendemos construir nuestra propia realidad. Un aspecto en el que, con sus reproches y sus corazas, tanto Catherine Deneuve como Juliette Binoche demuestran su talla como intérpretes, integrándose por completo en la cosmogonía del cineasta japonés.

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