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Las golondrinas de Kabul (Les hirondelles de Kaboul) (****1/2)

17 febrero 2020

Prohibido ser feliz

A finales del siglo pasado los talibanes dominaban Kabul, con sus reglas y sus dictatoriales formas. En una prisión, su responsable siente que su esposa esté aquejada de una enfermedad terminal. En la ciudad, una pareja de jóvenes profesores no puede llevar a cabo sus iniciativas, especialmente en el caso de la mujer.

Las golondrinas anuncian la primavera. En Kabul, a finales del siglo XX, los talibanes eran dueños y señores de la ciudad e imponían sus normas. Las ejecuciones estaban a la orden del día si no se acataban las ordenanzas y las mujeres, todas ellas enfundadas en su correspondiente burka, eran lapidadas por la más mínima causa. Se prohibía reír porque la felicidad en la tierra no era lo más recomendable desde el punto de vista de la religión. En ese contexto resultaba muy aventurado pensar que las golondrinas pudieran tomar en algún momento el lugar de los chadris.

Siempre hay lugar para la ilusión por mucho que la situación sea trágica. Esa es, al menos, la consecuencia que podemos extraer de la novela escrita por Yasmina Khadra, que ha sido llevada al cine por Zabou Bretitman y la debutante Eléa Gobbé-Mvellec. Para aquel también se trata de su primer film de animación, que muestra un notable atractivo en el aspecto formal. Los dibujos en acuarela son muy sugerentes y suponen el principal reclamo de una puesta en escena cuyo guion, abrupto y doliente, no deja de resultar esperado, circunstancia que se acrecienta conforme se desarrolla el conjunto.

El texto original nos presenta las vicisitudes de dos matrimonios. Aunque la parte final de lo que puede apreciarse en el celuloide ofrece algunas licencias, en general respeta bastante el texto de Khadra, seudónimo femenino de Mohammed Moulessehoul. Al final ambos llegan por distintos caminos a la resolución prevista en el relato publicado en 2002 y en ambos casos se atenta contra la posibilidad de llevar una vida con suficientes libertades. Ni siquiera se puede escuchar música so pena de que te denuncien y sufras un castigo exagerado.

Los profesores Mohsen y Zunaira conforman una pareja joven y frustrada. Mo pueden dar clases según sus convicciones, aunque ven una puerta abierta en la academia clandestina impulsada por Arash, quien fuera su maestro y que ahora piensa en la posibilidad de huir. Ella se siente especialmente anulada, condenada a llevar burka, a no salir sola por la calle y ni siquiera se puede calzar unos zapatos blancos. Ningún hombre le debe nada a una mujer. Atiq es un antiguo muyahidín que luchó contra los soviéticos y ahora es el responsable de la cárcel local. Sufre porque su esposa tiene cáncer terminal, aunque desoye los consejos de un amigo quien le anime a que la repudie.

Un día llega al penal un grupo de hombres encabezados por el implacable Quassim, jefe de la policía local. Un par de mujeres se llevan a una reclusa que será lapidada en plena calle por una muchedumbre entregada. El influjo de la masa es tal que hasta el propio Mohsen coge una piedra y se la lanza a la convicta. Cuando se lo cuenta a su esposa ella se aleja y le dice que si quiere reconciliarse que combata al régimen talibán. Finalmente, un accidente provoca que Zunaira termine en la cárcel y que en ella conozca a Atiq.

Zabou Bretitman y Eléa Gobbé-Mvellec cargan las tintas, hasta el punto de que algunas ejecuciones son tratadas como si estuviésemos invitados a las gradas de un circo romano en el que los condenados son degollados o ajusticiados simplemente por su credo. Lo que se cuenta resulta especialmente duro. Pensar en un mundo tan represivo pone los pelos de punta. Sin embargo, la calidad de las pinturas y el tratamiento que de la luz se hace en ellas dulcifican sobremanera la propuesta.

Se advierte un tono poético que sirve para limar asperezas en lo referente a la misoginia y la represión. No por ello deja de afectarnos que se cuenta en la pantalla. El guion se adentra en diversos asuntos tan capitales como el integrismo, el amor o la fe. Ofrece muchos motivos para el pesimismo y, sin embargo, también encuentra una pequeña luz en el horizonte. Es posible una primavera en la que las golondrinas vuelen sin obstáculos. Para eso está la esperanza. No hay mal que cien años dure y el ser humano lucha por ganar su libertad más completa.

From → Cine

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