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El pájaro pintado (The Painted Bird) (**1/2)

18 julio 2020

El pájaro pintado – Al horror desde la inocencia

Durante la Segunda Guerra Mundial un niño judío es enviado a la Europa del Este para huir de la persecución antisemita. La tía del chaval fallece de forma repentina y él, con la intención de regresar a su hogar, conocerá distintos personajes y aprenderá a sobrevivir en un entorno cruel y salvaje.

Hay dos aspectos muy diferenciados en esta adaptación de la célebre novela del estadounidense nacido en Polonia Jerzy Kosinski publicada en 1965. El checo Václav Marhoul ha echado el resto en una producción muy ambiciosa que recurre a un reparto internacional en el que no falta Stellan Skarsgard. Alterna su buen trabajo con la cámara con una exposición tan brutal que, a lo largo de casi tres horas de proyección, apenas concede respiro y obliga al espectador a una tensión poco habitual ante la pantalla durante tanto tiempo. Se alza a tal extremo que incluso llega a hacer daño pese a que se presenta en blanco y negro.

Un niño sin nombre, que no dice una sola palabra, aunque en las postrimerías del film sabremos que se llama Joska –Petr Kotlár- representa por sí mismo la situación de millones de campesinos que sufrieron en primera persona los avatares de la Segunda Guerra Mundial. La historia parece autobiográfica, y así la catalogó su autor en primera instancia para suavizar esa afirmación paulatinamente hasta terminar por negarla. Cuando se descubrió que se trataba de un compendio de relatos polacos desconocidos en el mundo anglosajón terminó quitándose la vida.

A consecuencia de la persecución decretada por los nazis, los padres del chaval, que habitan en una zona no identificada del Este de Europa, lo envían con su tía para que se encuentre a salvo. Poco después muere su familiar y comienza el periplo del protagonista para regresar a su casa. De camino se encontrará con distintos personajes, casi todos ellos deplorables que le dejarán una huella indeleble. No solo verá la muerte de cerca, sino que aprenderá a matar y sabrá lo que es el rencor y la venganza.

Únicamente encontrará algo de cariño con tres de ellos.  Primero, un molinero –Udo Kier- y su esposa, más tarde quedará al recaudo de Lekh –Lech Dyblik, un criador de pájaros. Cuando éste se ahorca ya ha conocido la explotación a cargo de un viejo sanador, la depravación sexual y cómo el propio molinero vació los ojos de sus cuencas a un hombre que había mirado a su esposa con lascivia. Después, tras encontrar un caballo domesticado con una pata rota, vio como un vecino de una aldea próxima mataba al animal.

En dos ocasiones estuvo a punto de ser ejecutado por los nazis. Tras la primera de ellas cerrada con la muerte espantosa de un miembro de las SS llamado Garbos –Julian Sands-, un sacerdote –Harvey Keitel- se ocupa de él. Será de la tercera persona más o menos afable en su periplo. Llega el turno de la pedofilia, que da paso a la presencia de una mujer llamada Labina –Júlia Vldrmáková-, quien pretende aprovecharse del crío antes de que éste la encuentre practicando zoofilia. Finalmente, recalará en un orfanato.

Como puede apreciarse, no falta casi de nada y eso que únicamente hemos hecho un repaso somero porque se pueden encontrar en el largometraje más vicios y desmanes sin que se ahorre ningún esfuerzo para mostrarlos en toda su crudeza. Ni siquiera la puesta en escena en blanco y negro los mitiga. Muestra de forma tan inhumana los horrores del Holocausto que los estómagos de los espectadores se revuelven desde el inicio para ir aumentando conforme pasan los minutos. Como se pudo comprobar en su presentación en el Festival de Venecia, la llegada del final es una liberación, pero debido a su metraje parece que nunca llega.

Es probable que haya reacciones encontradas al visionar este trabajo. Habrá quien considere que es una obra que retrata con verismo los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Los que la aplaudan la respaldarán sin resquemores, aunque es probable que no tengan deseos de volver a verla debido a su bestialidad. Por el contrario, sus detractores entenderán que se llega a un grado tal de irracionalidad que la epopeya raya en lo increíble y prácticamente en lo grotesco. Las imágenes son tan abyectas que llegan a provocar en una mayoría el efecto contrario de lo que se pretende.

From → Cine

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